Milenio

Vacaciones

- Rafael.perezgay@milenio.com @RPerezGay RAFAEL PÉREZ GAY

Antes no había vacaciones. Es decir, las personas no se iban de la ciudad y sus trabajos así tan seguras de sí mismas en el verano. Los días de sol eran días de trabajo, nomás faltaba. En mis tiempos se planeaban en las escuelas dos o tres salidas al año que nunca olvidaré. Lázaro era el maestro de sexto, sí, escuela pública, y con la palma de la mano soltaba unos zapes

cuyo vuelo envidiaría un boxeador profesiona­l.

Durante algún tiempo pensé que Lázaro podía volverse invisible. Aparecía de pronto atrás de la banca: cállese Gay, y volaba un zape de pronóstico reservado. No volví a hablar en clase. En la iglesia se oían más voces que en nuestro salón de clases.

La única excursión que organizó la escuela fue dirigida con disciplina de hierro forjado por Lázaro. Fuimos al balneario Palo Bolero. No me pregunten dónde está Palo Bolero porque no tengo la menor idea. Todo lo que sé es que las autoridade­s alquilaron un camión de la escuela Simón Bolívar para el viaje.

Mi madre me hizo tantas recomendac­iones que cuando subí al camión estaba seguro de que me llevaban a las Islas Marías, hoy liberadas por el nuevo gobierno. Cuidado con el sol, no comas fritangas, cuando vayas al baño que te acompañe un amigo, no te vayas a ahogar en lo hondo de la

La única excursión en la escuela fue dirigida con disciplina de hierro

alberca, no te vayas a distraer y te deje allá el camión. Luego de esta serie de terribles vaticinios, mi madre me dio una bolsa con huevos duros para el camino y salí de la casa envuelto en una nube de pánico.

La nota de aquel día la dio Gumaro, el más grande del salón. Se perdió entre los jardines para fumar uno de sus cigarros Bali. Lázaro se hizo invisible, apareció atrás de él y le dio un zape que casi le arranca la cabeza. Gumaro, expulsión fulminante de la Fernández de Lara. No entiendo por qué para los maestros de antes la palma de la mano era tan importante, como un símbolo de la educación mexicana, quizá porque en sus líneas se encuentra nuestro porvenir.

Oigo que todos preparan sus vacaciones. Yo mejor me quedo aquí en esta página, no sea que se aparezca Lázaro.

¿Qué habrá sido de Gumaro? ¿Qué habrá sido de mí, con mi bolsa de huevos duros? Nadie lo sabe.

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