El daño a la PF y la Guardia Nacional
En las instituciones de seguridad, en las que sus elementos saben que corren el riesgo de perder la vida, importan mucho las condiciones laborales (salario y prestaciones de salud, seguro de vida y protección para la familia en el caso de fallecimiento), pero éstas no son suficientes para garantizar la permanencia y el compromiso de sus miembros con los objetivos y las tareas de las instituciones. Se requiere de dos elementos extras que compensan la “irracionalidad” de jugarse la vida por un salario de 10 o 20 mil pesos.
Esos elementos son la doctrina (la creencia en ciertos valores: la patria, el servicio a la sociedad, la disciplina, el respeto y la obediencia a los superiores, el sacrificio, etcétera)
y la mística (el orgullo de pertenecer a la institución). Para que las fuerzas armadas y las policías funcionen adecuadamente es necesario que, además de ofrecer buenas condiciones laborales, indoctrinen a sus elementos y generen mística. Un policía o soldado con doctrina y mística es capaz no solo de cualquier sacrificio en su trabajo, sino además está dispuesto a dar la vida; uno sin doctrina ni mística es un burócrata que nada de muertito. La diferencia en materia de seguridad cuando está a cargo de policías burócratas o con mística es abismal.
Esto viene a cuento a raíz del maltrato dado a los policías federales por el Presidente y el secretario de Seguridad (quienes representan al Estado y a quienes deben obediencia total). Porque detrás del conflicto con motivo de su incorporación a la Guardia Nacional no hay mano negra, sino una enorme irresponsabilidad. Tres hechos innegables de ese ninguneo.
Uno. Si desde diciembre querían crear la Guardia Nacional, tuvieron siete meses para definir las condiciones laborales de incorporación y para informar a los policías. Nunca lo hicieron.
Segundo. El sistemático discurso descalificatorio de la Policía Federal (PF) por parte de AMLO, sin precisiones, ni pruebas y sí con muchos prejuicios: “se echó a perder”; “no están a la altura”, “hay mucha corrupción”, etcétera.
Tercero, el trato humillante dado a los policías por parte
El Presidente con sus prejuicios y denigración de la PF destruyó su mística y doctrina
de los mandos militares y los intentos de reducir sus condiciones laborales (eliminar el bono de operatividad; indemnizaciones por debajo de lo que marca la ley en caso de renuncia) durante el proceso de incorporación a la Guardia. A todo lo anterior hay que sumarle el desprecio de AMLO y Durazo a las protestas legítimas. AMLO dijo que ni le ocupa ni le preocupa el conflicto. Durazo los califica de títeres de Felipe Calderón.
Cuando se resuelva el conflicto, el daño ya estará hecho y es severo. El Presidente, con sus prejuicios y su denigración injustificada de la PF destruyó su mística y doctrina, y de paso la de muchos de sus elementos. Así las cosas, el hecho es que la Guardia comienza mal. El daño tiene dos caras: varios miles de policías —muchos con gran experiencia y capacidad profesional— no se incorporarán, ya que prefieren ser indemnizados, y los que sí acepten las condiciones lo harán con la doctrina y la mística por los suelos. ¿Cómo creer en y sentirse orgullosos de una institución y de sus máximas autoridades que los desprecian y humillan desde su entrada y que les darán trato de segunda por ser policías bajo sospecha? La Guardia tendrá burócratas que a la primera oferta desertarán (ojalá y no al crimen organizado). Puede parecer irrelevante o arcaico esto de la doctrina y la mística, pero no lo es. La diferencia la sentiremos los ciudadanos pronto.