Milenio

Solidarida­d indígena

- FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

Siempre me llaman la atención las noticias que no son noticias, porque permiten ver en ridícula filigrana lo que a los medios les gustaría poder publicar. Aristegui Noticias llevaba hace unos días el siguiente titular: “Gobierno catalán pide disculpas a México por la Conquista”, que suena imponente, salvo que no es verdad. La síntesis de la nota decía otra cosa: “El canciller de Cataluña, Alfred Bosch, ofreció una disculpa a los pueblos indígenas mexicanos por los agravios durante la Conquista”. Ya no es el gobierno, sino el canciller; no a México, sino a los pueblos indígenas: más modesto, más gris, pero tampoco es verdad.

El señor Bosch no es canciller, sino consejero de Acción Exterior, Relaciones Institucio­nales y Transparen­cia de la Comunidad Autónoma de Cataluña —como si dijéramos el canciller de Jalisco, o el canciller de Nayarit: pues no. Pero es que tampoco pidió perdón por nada. Al contrario, vino a decir que él no tiene nada que ver: “Desde el gobierno de Cataluña, dijo, insistimos al gobierno español que acepte la asunción de estas responsabi­lidades históricas”. O sea, que se disculpen ellos. Y dijo además algo muy feo, dijo que trabajarán con los pueblos originario­s “para recuperar toda la dignidad que nunca deberían haber perdido”. Es decir, que en su opinión los pueblos indígenas perdieron la dignidad, de modo que ahora hay que trabajar para que la recuperen —y para eso necesitan la ayuda de los nacionalis­tas catalanes. La verdad es que como disculpa queda bastante mal.

Es posible levantar algunas capas de hojaldre. El señor Bosch es un funcionari­o del Estado español, pero le parece que eso no suena bien, y prefiere presentars­e como representa­nte de un pueblo sometido por el imperio, igual que los tzotziles o los tepanecas, viene como miembro del cabildo de una República de indios. Y por eso acude, como correspond­e, a buscar la solidarida­d del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI). Su caso es mucho más triste que los otros, porque su pueblo lleva 200 años más padeciendo la dominación del imperio español.

En ese baile de disfraces, los funcionari­os del INPI hablaron “en representa­ción del gobierno mexicano”, para decir que apoya “la lucha por la autodeterm­inación” de Cataluña. Por supuesto, el gobierno mexicano no reconoce el “derecho de autodeterm­inación” ni de los indígenas de aquí ni de los de allá, y el señor Saúl Vicente Vázquez es un funcionari­o de segundo nivel de un órgano desconcent­rado, que en ninguna hipótesis habla en representa­ción del gobierno mexicano —pero es más divertido si nadie lo dice.

El señor Bosch, eso lo saben en el INPI, es partidario de un nacionalis­mo étnico, tan patético y canalla como todos. Se puede disfrazar de indígena un rato, pero no piensa ni remotament­e que se le pueda comparar con los tepanecas: como catalán, él sí tiene dignidad. El melodrama de las identidade­s es idiota, pero también es políticame­nte rentable. En el ejercicio inane de la reunión todos sienten reconocida su autoridad moral como víctimas, y algún lector de Aristegui Noticias, de los que cuando oyen “México” dicen “dígame”, también dormirá mejor.

El melodrama de las identidade­s es idiota, pero también es políticame­nte rentable

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