Scipio Slataper: la indefinición como un rasgo
La gran contienda bélica mundial que ahora cumple cien años inspiró extraordinarios e inolvidables libros. Tempestades de acero, de Jünger; Un año en el altiplano, de Lussu; El fuego, de Barbusse; Sin novedad en el frente, de Remarque, y Guerra del 15, de Giani Stuparich, se encuentran entre ellos. Todos nacidos de la experiencia personal, testimonios poéticos y morales, fruto del deber y del amor a la patria, de la solidaridad de las armas y, al mismo tiempo, de la denuncia del insensato sacrificio de vidas humanas”:LuisM.Alonso.Detalmodoquevamosmadurando con nuestras lecturas gracias a que el escritor lo hace mediante sus obras.
La guerra europea no sería el prolegómeno de la paz, sino del totalitarismo que tendría por legado autores entrañables. “Escribir sobre el despojo, siendo testigo de una época, de una condición del hombre materializada en lo abyecto, escribir desde la intimidad y el dolor privado, pero como participación y ejecución de una memoria delicada y compleja, porque es la memoria social, dejando pasar la luz”, comenta Elena Anníbali en la contraportada de un libro escrito por Glauce Baldovin, sin embargo estas palabras me recuerdan la prosa de Scipio Slataper (Italia 1888 –1915). En determinadas condiciones, criticar a los que con ímpetu forjan su carácter escribiendo es una falta, y no solo de respeto; mientras eviten utilizar artificios retóricos o justificar sentimentalmente algo volcado en el lirismo, es soberbia bruta. Mi Carso (Ardicia, 2014) surge como un acto de resistencia ante un régimen instalado a principios del siglo pasado y que fenece durante la guerra.
Entre la jocosidad sugerente y el insulto sí hay un límite que nadie debería cruzar, y él lo sabía: no existe mejor camino a tomar que el de las palabras; una ruta segura pues quienes la han transitado permiten seguir sus huellas, abren brecha. Por primera vez traducida al español esta novela poética por su genio se presenta como un almanaque de sabiduría.
Los primeros párrafos son inaugurados con la frase “Quisiera deciros…”, augurando un carácter de ficción, y los demás serán necesariamente el eco de un deseo. Slataper no pertenece a la generación literaria que correspondería, aquella triestina malograda, porque aún después de la guerra escribe.
Mi Carso es un material lírico que adiestra para el combate: los deudos somos sus lectores. La belicosidad del texto resulta personal y podemos identificarnos; tiene que ver con lo interno y próximo: el héroe cotidiano puede ser cualquiera dispuesto a cargar con la responsabilidad de luchar por la vida.
Entre la jocosidad sugerente y el insulto sí hay un límite que nadie debería cruzar