Inocencia robada
Casi diario conocemos más historias sobre el abuso y sufrimiento de los niños migrantes, la expresión más cruel de la emergencia humanitaria que se extiende desde Centroamérica hasta la frontera entre México y Estados Unidos.
Niños separados de sus familias y obligados a vivir en centros de reclusión donde se denuncia insalubridad, negligencia y hasta instancias de abuso sexual, como se reportó en al menos un centro de Yuma, Arizona, esta semana.
Niños que mueren por deshidratación
tratando de cruzar a pie el desierto en pleno verano, sin agua y sin resguardo. Otros que buscan su versión del american dream en las espaldas de sus padres y que terminan ahogados, arrastrados por las corrientes del río Bravo.
Niños como el pequeño guatemalteco encontrado en una brecha de los campos de Morelos hace días mientras se aferraba al cuerpo de su padre. Así apareció el pequeño, quien junto a miembros de su familia fue aparentemente secuestrado y apuñalado en el cuello por los mismos delincuentes que asesinaron a su papá.
Desde 2014 he platicado con docenas de estos niños. En Texas, California y Arizona.
Los he visto en Tapachula y en Tijuana. En albergues, en la calle y en centros de migración. Algunos acompañados de sus padres o algún familiar. Otros solos, buscando reencontrarse con los que ya están “del otro lado”.
Los veo con la misma ropa que llevaban puesta cuando salieron de sus hogares en Honduras, El Salvador y
La militarización no resolverá la crisis migratoria en turno
Guatemala. Casi siempre enfermos y agotados. Esperando un destino que muchas veces termina insertando más violencia y trauma a vidas que han visto demasiado en muy poco tiempo.
Warsan Shire, poeta británico somalí, dice que nadie abandona su casa a menos de que sea la boca de un tiburón. “Uno solo corre hacia la frontera cuando toda la ciudad sale huyendo. Nadie pone a sus hijos en una balsa a menos que altamar sea más seguro que la tierra firme”.
Entiendo que un amplio sector de la opinión pública respalda controles migratorios más estrictos bajo la equivocada hipótesis de que la militarización ordenada por el gobierno de AMLO resolverá la crisis en turno.
Ignoran que la estrategia ha fracasado en la frontera norte donde Estados Unidos ha invertido más de 100 mil millones de dólares en seguridad en los últimos 15 años sin mucho éxito. Ignoran el aumento año con año del número de migrantes muertos, incluidos ahora los niños.