Milenio

Murió a los 67 años el cronista urbano e hijo pródigo de Tepito

Murió el hijo pródigo de Tepito, alburero, periodista autodidact­a e inventor de un lenguaje crudo e incómodo en los 70

- XAVIER QUIRARTE CIUDAD DE MÉXICO

Elescritor­ycronistaA­rmando Ramírez, que en su novela emblemátic­a Chin-Chin, el

teporocho dio voz a su barrio, Tepito, falleció ayer a los 67 años por causas no precisadas.

Sus hijos Marcela, Jimena y Armando Ramírez Sánchez informaron en redes sociales: “Nuestro padre acaba de fallecer, queremos recordarlo como lo que fue: un enamorado de la vida, su ciudad y sus barrios... Pero sobre todo, el papá más chingón, amoroso, comprensiv­o”.

En febrero de este año, el escritor fue internado en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirug­ía por una afección en la columna vertebral y una vez dado de alta continuó con sus actividade­s. Al mes siguiente presentó su libro más reciente: Déjame, novela que es un homenaje al primer cuadro de Ciudad de México, escenario también de sus crónicas.

En Facebook, el grupo Tepito Arte Acá, del que fue cofundador, lo recordó en estos términos: “Armando Ramírez, cronista del barrio, escritor, periodista, guionista y valedor. Nos deja en la orfandad de su verbo y de su siempre iluminador­a presencia. Confundado­r delArteAcá,autordelCh­in-Chin... y otras historias de las gentes, trajinador­delmicrófo­noquerastr­eaba los rincones de su ciudad secreta aquí, allá y acullá. Ahí luego te alcanzamos, compa. Y te echaremos en falta, pero nomás tantito”.

Instituto Nacional de Bellas Artes informó en su cuenta Twitter quelamenta­ba“eldecesode­lescritor, cronista y periodista", además dereconoce­rsutrabajo­enelcolect­ivo Tepito Arte Acá y declarar que susnovelas­sonreferen­tedelavida en la Ciudad de México”.

También la Secretaría de Cultura se refirió al “sensible fallecimie­nto” del cronista tepiteño, a quien calificó como “un eterno

enamorado de la Ciudad de México y sus barrios”.

Cierta comunicaci­ón

Ramírez,quesefogue­óenelperio­dismo —no tuvo formación académica—, adquirió notoriedad con

Chin-Chin el teporocho, novela publicada en 1972, que por su lenguaje crudo atrajo muchos lectores, sobre todo jóvenes, como escandaliz­ó a otros que no toleraban su lenguaje directo.

Fue tal su éxito, que la novela fue llevada al cine por Gabriel Retes y ganó un premio de la

Academia Mexicana de Cinematogr­afía en la categoría de Ópera prima. De La noche de califas también hubo una versión cinematogr­áfica: Noche de califas:

¡un macho nunca se abre!, mientras que Ismael Rodríguez dirigió Ratero, basada en su cuento del mismo título.

El escritor no dejó de recrear en sus novelas y crónicas, lo mismo escritas que para televisión, el ambiente de barrios, vecindades, antros y personajes que pueblan Ciudad de México y anexas. Esto se advierte en libros como Quinceañer­a, Violación en Polanco, Noche de califas y Sóstenes San Jasmeo. El habla popular No el habla refinada, sino el habla cotidiana, el lenguaje de la vida sin retoques, era lo que buscaba. En una entrevista para el suplemento

Laberinto de MILENIO, realizada este año por Héctor González con motivo de la edición de Déjame, Ramírez afirmaba que “el habla de Tepito es literaria, tan literaria como la imaginació­n en el albur. El albur puede ser muy grosero, pero también súper poético”.

También comentaba el origen de dos términos ahora en boga. “La picardía en el lenguaje del tepiteño aportó chairo y fifí. Quien se vestía bien y era presumido era

fifí. Y chairo viene del argot de las carnicería­s: la chaira se usaba para sacar filo al cuchillo. A algún güey se le ocurrió relacionar­la con la masturbaci­ón y de ahí brincó al lenguaje popular”.

Pero el Tepito que el escritor describió con tan buen tino en su novela ya no es igual, diría en la citada entrevista. “El Tepito que conocí se mantuvo más o menos hasta el año 2000. Las cosas cambiaron a partir de una ley que permitió que en los edificios donde antes había viviendas se instalaran comercios; en consecuenc­ia, se diversific­aron las mafias y el narcotráfi­co”.

“Nos deja en la orfandad de su verbo y de su siempre iluminador­a presencia”: Tepito Arte Acá

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HÉCTOR TÉLLEZ Autor de la novela Chin-Chin el teporocho, publicada en 1972.

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