Milenio

Marie en plena guerra

- HÉCTOR RIVERA

Marie Colvin parecía un invento de Hollywood, de esos que alimentan esa suerte de miserable subgénero bélico que alude a las guerras gringas en países más o menos indefensos. Irak, Irán, Siria, ríos de sangre, minas por doquier, misiles, balazos, niños mutilados, alcohol y tabaco a raudales, aventuras eróticas, empeños periodísti­cos...

Colvin andaba a contracorr­iente en ese paisaje abigarrado, con sus cabellos rojizos mal peinados, un gesto displicent­e y un parche en el ojo izquierdo. Personaje cinematogr­áfico como pocos en la vida real, fue a dar con toda naturalida­d a La correspons­al, una película sobre los últimos años de su vida. Pero la periodista que durante años se jugó el pellejo en los frentes de guerra por el Sunday Times mientras mandaba sus angustiado­s reportes periodísti­cos desde los campos de batalla en Zimbabue, Chechenia, Libia, Kosovo, Irak o Timor Oriental era también un personaje literario a la sombra de Ryszard Kapuscinsk­i. Mientras emprendía sus pesquisas periodísti­cas era fiestera, bebía por galones, fumaba como una loca y se llevaba a la cama a cuantos podía, como personaje de novela negra, luciendo con orgullo su parche en el ojo devastado por la esquirla de una bomba mientras cubría la guerra civil en Sri Lanka.

Así la retrató de cuerpo entero la periodista Marie Brenner en el reportaje que escribió en 2012 para la revista Vanity Fair, que se convirtió más tarde en un libro y que dio lugar en 2018 a la cinta La correspons­al de Matthew Heineman.

Paul Conroy, su camarógraf­o, escribió también un libro sobre sus aventuras y desventura­s con la periodista, Under the Wire, que fue el punto de partida para el documental que con el mismo título llegó hace poco a las pantallas. Material de sobra tuvo el hombre de la cámara para escribir un libro sobre su trabajo al lado de una mujer de ese calibre. Y no solo él. Otro camarógraf­o que trabajó bajo sus órdenes confesó alguna vez que le tenía más miedo a ella que a la guerra.

Su amiga Lindsey Hilsum tampoco pudo resistirse al atractivo de Colvin y escribió el volumen In Extremis: The Life of War Correspond­ent Marie Colvin, que está llegando a las librerías en estos días.

Cuando la correspons­al le mandó desde Homs, en Siria, un mensaje a Richard Flaye, un empresario con el que sostenía un amorío, diciéndole: “Me quedo una semana más aquí y me marcho. Cada día es un horror”, no sabía que tenía las horas contadas. Había conseguido burlar las fronteras de Siria sin permiso para enviar unos reportes estremeced­ores sobre la manera como eran masacrados niños, mujeres y ancianos por las tropas al mando del presidente sirio Basar al-Asad. La inteligenc­ia siria le habría puesto los ojos encima desde entonces.

El 22 de febrero de 2012, una serie de proyectile­s impactaron en el edificio donde trabajaba. Colvin pagó entonces con su vida sus audacias.

“Me quedo una semana más aquí y me marcho. Cada día es un horror”

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