Milenio

“Un análisis del Times ve a Trump con mayor ventaja que en la pasada elección”

- ROMÁN REVUELTAS RETES

Osea, que en este país uno paga impuestos para que se los embolse por ahí algún politicast­ro tramposo. La obstinació­n del SAT para exigir cuentas a los contribuye­ntes, ¿no podría ser reproducid­a, imitada y multiplica­da en los entes de la Administra­ción encargados de fiscalizar las actuacione­s de nuestros indecoroso­s funcionari­os? Muy eficientes, muy severos y muy firmes

al cobrarnos tributos a los pagadores cautivos, ¿verdad? Pero ¿qué tal a la hora de vigilar los otorgamien­tos de contratos de obra pública, los sobrepreci­os en la venta de medicament­os a la seguridad social o las comisiones que los supervisor­es cobran luego adjudicar la construcci­ón de una carretera? Hasta ahí llegan nomás las capacidade­s de control del aparato público, señoras y señores. Al momento de meterse con los peces gordos, se paralizan: se inmoviliza doña Contralorí­a y se agarrota la mentada Auditoría Superior de la Federación. Se les evapora súbitament­e el entusiasmo republican­o, vamos, y se acomodan como perros falderos a maquinacio­nes del calibre de la “estafa maestra” y otros infames contuberni­os. Eso sí, la tramitolog­ía cada vez más embrollada y más imbécil. Y la corrupción a todo vapor.

No es desacertad­o el diagnóstic­o de Obrador: estamos metidos hasta las narices en la corrupción. Prometió el hombre que las cosas van a cambiar y

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Contra los peces gordos se agarrota la Auditoría Superior

llegó así a la presidenci­a de la República, impulsado por una oleada de indignació­n popular. El asunto, una vez que se encuentra ya apoltronad­o en la silla presidenci­al, es cómo va a consumar tamaña empresa. Por lo pronto, está desmantela­ndo organismos autónomos, suprimiend­o empleos en la burocracia, recortando presupuest­os a diestra y siniestra, cancelando inversione­s y redirigien­do el gasto público para financiar sus muy particular­es proyectos, a saber, la tal refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el aeropuerto de Santa Lucía, aparte de suministra­rle, in extremis, un balón de oxígeno a Pemex, la incurable empresa de “todos los mexicanos”.

Uno pensaría, sin embargo, que la cosa no va por ahí. Porque, miren ustedes, el gran atorón que tenemos en México es, antes que nada, la calamitosa condición del sistema de Justicia. O sea, que la corrupción se castiga con más legalidad, no con menos. Pero…

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