Milenio

La era de la politiquer­ía

- ESTEBAN ILLADES

Existe una regla de oro en la democracia representa­tiva: los ciudadanos ceden su voluntad a través del voto para ser representa­dos por quien ellos prefieran.

El concepto existe para simplifica­r la vida política. En lugar de someter a consulta todos y cada uno de los asuntos de gobierno, los ciudadanos confían en sus representa­ntes para que ellos

sean quienes tomen las decisiones. Esta representa­ción no es perfecta, claro está, porque una plataforma política no puede englobar al 100 por ciento los ideales de cada individuo.

Sin embargo, se espera que el representa­nte actúe en favor de los mejores intereses del representa­do. Que cumpla lo que promete en la medida de lo posible.

En México este pacto entre ciudadanos y políticos se rompió hace años, y la ruptura se ensancha cada vez más. Lo vimos a principios de esta legislatur­a federal, cuando un número récord de congresist­as cambió de partido sin previo aviso.

Lo vemos hoy con los diputados locales de Baja California que atropellan la constituci­ón sin reparo alguno al modificar la duración del próximo período de gobierno de su estado. Porque ni diputados federales chapulines ni diputados locales antidemocr­áticos se presentaro­n así en campaña. Ninguno prometió cambiar de partido tan pronto entrara en fun

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Con diputados sin escrúpulos será más que imposible montar la 4T

ciones. Ninguno prometió violentar la Constituci­ón en caso de ser electo.

El Presidente se refiere a lo que sucede en la política nacional como politiquer­ía. Él usa el término para describir algo inconsecue­nte, para reducir lo que ocurre a intrigas de poca monta mientras su gobierno intenta llevar a cabo lo que supuestame­nte será la cuarta transforma­ción de México.

Y efectivame­nte, lo que hoy vemos es politiquer­ía, pero no como él la entiende. La politiquer­ía de hoy es la degeneraci­ón de la política, la ruptura del acuerdo fundaciona­l de la democracia. La politiquer­ía es un diputado que no representa absolutame­nte a nadie más que a su propio interés.

Con diputados sin escrúpulos o ideales, dispuestos a lo que sea a cambio de lo que sea, montar la autodenomi­nada cuarta transforma­ción será más que imposible. Porque nada quita que puedan traicionar a partido o Presidente por un puñado de monedas, como ya traicionar­on a la democracia.

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