La era de la politiquería
Existe una regla de oro en la democracia representativa: los ciudadanos ceden su voluntad a través del voto para ser representados por quien ellos prefieran.
El concepto existe para simplificar la vida política. En lugar de someter a consulta todos y cada uno de los asuntos de gobierno, los ciudadanos confían en sus representantes para que ellos
sean quienes tomen las decisiones. Esta representación no es perfecta, claro está, porque una plataforma política no puede englobar al 100 por ciento los ideales de cada individuo.
Sin embargo, se espera que el representante actúe en favor de los mejores intereses del representado. Que cumpla lo que promete en la medida de lo posible.
En México este pacto entre ciudadanos y políticos se rompió hace años, y la ruptura se ensancha cada vez más. Lo vimos a principios de esta legislatura federal, cuando un número récord de congresistas cambió de partido sin previo aviso.
Lo vemos hoy con los diputados locales de Baja California que atropellan la constitución sin reparo alguno al modificar la duración del próximo período de gobierno de su estado. Porque ni diputados federales chapulines ni diputados locales antidemocráticos se presentaron así en campaña. Ninguno prometió cambiar de partido tan pronto entrara en fun
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Con diputados sin escrúpulos será más que imposible montar la 4T
ciones. Ninguno prometió violentar la Constitución en caso de ser electo.
El Presidente se refiere a lo que sucede en la política nacional como politiquería. Él usa el término para describir algo inconsecuente, para reducir lo que ocurre a intrigas de poca monta mientras su gobierno intenta llevar a cabo lo que supuestamente será la cuarta transformación de México.
Y efectivamente, lo que hoy vemos es politiquería, pero no como él la entiende. La politiquería de hoy es la degeneración de la política, la ruptura del acuerdo fundacional de la democracia. La politiquería es un diputado que no representa absolutamente a nadie más que a su propio interés.
Con diputados sin escrúpulos o ideales, dispuestos a lo que sea a cambio de lo que sea, montar la autodenominada cuarta transformación será más que imposible. Porque nada quita que puedan traicionar a partido o Presidente por un puñado de monedas, como ya traicionaron a la democracia.