Milenio

El depa en Palacio

- HÉCTOR ZAMARRÓN hector.zamarron@milenio.com @hzamarron

Vivir en Palacio no tiene precio, para lo demás está el Infonavit. O al menos debería estarlo, o más bien, ahí tendría que estar una vigorosa política de vivienda, moderna, incluyente, en la que quepan los pobres y los miles de jóvenes que cada año necesitan dónde vivir.

Andrés Manuel López Obrador es un hombre modesto, sin excesos ni extravagan­cias y podemos descartar que al final de su sexenio le vayamos a descubrir residencia­s en la playa, enormes ranchos que terminan hasta donde la vista llega o mansiones en Houston, Miami o ni siquiera en Bosque Real. No, sería inverosími­l en un político que ha practicado como nadie la austeridad.

Vivió en un pequeño departamen­to de Copilco, después se mudó a uno más amplio en la Del Valle y más tarde regresó a un condominio horizontal en Tlalpan, todas viviendas modestas frente a los delirios inmobiliar­ios de Javier Duarte o del político que usted quiera nombrar, incluido el de la casa blanca.

Ahora se mudó a Palacio a un departamen­to que ni siquiera mandó construir él, sino uno de sus antecesore­s, justo al que acusó de robarle la Presidenci­a —paradojas de la vida. La vivienda nunca ha sido una preocupaci­ón mayor en él, quizá porque quien tiene dónde vivir no entiende las penas del que busca un techo. Y como él, la mayor parte de los políticos y los opinadores en la prensa nacional, porque bien dice Silvio Rodríguez en “Canción en harapos”: Desde una mesa repleta/ cualquiera decide aplaudir/ la caravana en harapos de todos los pobres/ desde una casa gigante y un auto elegante se sufre también…

En el Infonavit hay un director que propone temas interesant­es, que tiene buenos proyectos, lo mismo que el secretario al frente de la Sedatu, pero ninguno tiene en el gabinete presidenci­al el peso necesario para desarrolla­rlos. Toda la atención y recursos se van hacia las grandes apuestas de López Obrador y no hay espacio para más.

Pero tampoco desde la clase política o desde los medios hacemos mucho. ¿Qué diputado o senador está preparando alguna iniciativa de vivienda asequible? ¿Qué secretario ha planteado la necesidad de redensific­ar las ciudades, de crear vivienda social, de multiplica­r la vivienda en renta, de plantear la deducibili­dad de la renta, de estimular la formalidad y los contratos de arrendamie­nto, de simplifica­rlos, de regular las nuevas plataforma­s que están acelerando la gentrifica­ción?

Hay que abrir un debate público sobre Airbnb, revisar las leyes de vivienda y frenar a los alcaldes que siguen con los negocios de sacar la vida del centro de la ciudad, en desarrollo­s condenados a largos trayectos sin transporte público que alcance. También tenemos que parar los cambios de suelo rural en nuevos fraccionam­ientos sin servicios públicos, sin espacios públicos, sin parques, sin iglesias, sin escuelas, sin usos mixtos de suelo.

El suelo no está presente en la política urbana aunque sea lo más valioso que una ciudad tiene. Quizá si el nuevo huésped de Palacio asoma la cabeza al balcón que da a Correo Mayor puede que comience a preocupars­e más por la ciudad que alguna vez gobernó y que hoy tiene tan olvidada en políticas de vivienda… y también al país.

En Infonavit y Sedatu hay buenos proyectos, pero no interés del gobierno para desarrolla­rlos

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