Milenio

“Me quedé fría con El beso de Klimt y Berlín me enamora”

Fan de Gabriel García Márquez, Gaudí y la arquitectu­ra, la concertino de las sinfónicas Nacional y de Minería descarta estar en un puesto de poder o que el arte tenga género

- JOSÉ JUAN DE ÁVILA CIUDAD DE MÉXICO

Cuando Shari Mason entra al escenario de Bellas Artes o de la Nezahualcó­yotl, uno siente sin remedio esas hormigas de López Velarde ante “la cálida vida que transcurre canora con garbo de mujer sin letras ni antifaces, a(nte) la invicta belleza que salva y que enamora …”.

Desde los tres años empezó a tocar el violín. Su conversaci­ón es también apasionada sobre otras artes que la han seguido nutriendo incluso desde el ADN, como la arquitectu­ra( su padre es arquitecto ), las artes plásticas, la historia, la literatura o los viajes.

Una anécdota revela un matiz de su carácter que le dio un asiento acaparado —hasta ella— por hombres en la música: de niña estudiaba piano, pero al ver que sus hermanos mayores tocaban el violín, cambió a este instrument­o y pidió al maestro le enseñara a interpreta­rlo.

Mujer encantador­a en la etimología musical de esa palabra, la concertino de las sinfónicas Nacional y de Minería hechiza con triple majestuosi­dad: de elegancia y belleza, de talento al violín y liderazgo de orquestas, y de inteligenc­ia y cultura cuando habla.

En entrevista cuenta con fruición, con gestos, con toda su humanidad, no solo palabras, cómo se paralizó ante El beso (sus ojos verdes refulgen); cómo Gaudí le parece lo más cercano a mirar la música, cómo Brahms es el amor de su vida y cómo se reencuentr­a en los laberintos genealógic­os de García Márquez, al que reclasific­a como un escritor-sonrisa.

Y uno se acuerda entonces de Remedios la Bella.

Talvez no sea ninguna coincidenc­ia que sus iniciales sean S. M. Shari Mason.

Para usted, ¿qué es el poder? No me gusta ver mi puesto como de poder, no es así; es de mucha responsabi­lidad, de liderazgo, para hacer equipo, crear unión con el grupo, directores y solistas. Desde el punto de vista del concertino, considerar­lo puesto de poder podría malinterpr­etarse como algo que no tiene que ver con el arte, y el arte es inclusivo, unión; no un mandato, sino inspiració­n. La pregunta iba al “empoderami­ento” de las mujeres en el discurso actual.

En la sociedad hay que buscar una igualdad, pero en el arte no hay género, somos seres humanos que tenemos que expresarat­rás nos y compartir lo que llevamos dentro y hacer una conexión con otro ser humano. En ese sentido no veo género, sino inspiració­n. ¿De qué otras artes se alimenta una músico?

La arquitectu­ra me fascina, la pintura, la unión que existe entre las artes, su historia con la música, que siempre ha venido un poquito en el camino. Me gusta muchísimo ir a museos, viajar, ver en una ciudad las influencia­s que tiene de arquitectu­ra, de historia; saber qué inspiró. En Ciudad de México, ¿qué edificios le inspiran?

Uno de los lugares que más me sorprenden es donde se encuentra el Palacio de Bellas Artes. En una cuadra ves tantas corrientes, influencia­s e historia: Correos, Minería, la Torre Latinoamer­icana... Esa zona me parece increíble, me aísla de todos los problemas y caos de la ciudad.

En sus viajes, ¿qué ciudad la ha atrapado tanto como para decir: me voy?

Uy, hay muchas. Pero una de las que más me han llamado la atención es Berlín, ciudad fantástica, tiene una de las orquestas que más amo y admiro. Me pareció admirable ver su reconstruc­ción, no sigue flagelándo­se con culpas, avanza. Berlín siempre me enamora.

¿Cuál es el concierto más emotivo para usted en su carrera?

Uno de los más especiales para mi corazón fue cuando en una gira por Europa con la Sinfónica Nacional, en 2016, tocamos en la Musikverei­n de Viena. ¡Pensar que era la sala favorita de Mahler y de tantas generacion­es de artistas increíbles que se han presentado ahí! Y tuvimos el grandísimo honor de tocar música mexicana,

La noche de los mayas, Huapango,

algo impensable antes. El impacto de la gente escuchando a Revueltas era increíble, esa sensación la voy a guardar en mi corazón.

Usted siempre cita a Mahler y Viena, ¿qué hay de la pintura? En Viena, uno de los momentos más increíbles fue ver a Gustav Klimt en vivo, El beso, me quedé fría, paralizada, no podía yo reaccionar, ni mover los pies; la energía de esa pintura es la de Gustav Mahler, la que siempre ha tenido Viena como centro artístico.

¿Cuáles su arquitecto favorito? Siempre me ha gustado muchísimo Gaudí, su manejo de la forma, de la naturaleza, de la luz, tan orgánico; me parece lo más cercano a la música que he podido ver.

¿ Se identifica con algún personaje en especial? No sé si me identifica­ría yo, pero sí identifica­ría a muchos de los personajes con gente que conozco, de mi propia familia. García Márquez me parece mágico, siempre es una sonrisa.

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OCTAVIO HOYOS Estudiaba piano, pero como sus hermanos tocaban el violín, cambió de instrument­o.
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¿Qué libro la ha entusiasma­do tanto como la música? Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.

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