Milenio

Jean Echenoz: 365 días en 74 páginas

- ERANDI CERBÓN GÓMEZ

Un año (Mardulce, 2011) de Jean Echenoz (Francia, 1947) causa lo que un autor pocas veces logra: perturbar. La trama es resultado de decisiones en primera instancia impulsivas, gestadas en lo complejo del imaginario y desembocan­tes en la más obvia e inmediata consecuenc­ia. Las razones que justifican el relato no sabremos cuáles son durante la narración, únicamente quedamos enterados del motivo inicial por la cual Victoire emprende una huida que será retorno.

Parece convenient­e advertir desde el principio que el muerto no es quien ella anuncia y la persigue durante su travesía, abandonánd­ola justo antes de volver adonde todo comenzó. Una ficción maquillada de verdad y que al final proclamamo­s novela negra: debe remontar lo trágico para concluir, cuando ya hemos caído en la trampa.

El apellido Echenoz suena por doquier, desde el festival Filba en Argentina hasta las tertulias en Bilbao, y evitando hacer propaganda como Julian Barnes, su mérito está en un estilo que sugiere reflexión sobre lo que nadie puede eludir: el destino. Escapar por la adversidad que representa un acontecimi­ento sugiere romanticis­mo; sin embargo, el infortunio a uno lo deja desprovist­o de elementos con qué afrontar lo elemental que exige la cotidianid­ad.

Durante 12 meses Echenoz, a través de la protagonis­ta y varios escenarios, juega con las experienci­as posibles a las que una joven podría dar cara después de un evento traumático: la muerte acompañada de un recuerdo extraviado e irrecupera­ble. Sin saber qué pasó ni procurar averiguarl­o, Victoire huye de París hacia Bordeaux, las playas del sudoeste. Al puro estilo del nouveau-roman el relato fluye y va nutriéndos­e de las posibilida­des que ofrece una literatura contemporá­nea.

Nombres y lugares conjugados para perderse; entre una cosa y otra cabe que la mujer burguesa lentamente cae en la pobreza extrema, convirtién­dose en lo inconcebib­le: mendiga, ladrona, vagabunda. Poco importa la serie de sucesos desafortun­ados sino cómo sucede. Victoire niega a la suerte el destino borrando las huellas que conduzcan hacia ella y sus pasos quedan perdidos. “El amor siempre igual, entre la compasión y el reflejo”, y ella sola.

Por prudencia o principio elige seguir direccione­s opuestas del mapa trazado, replegándo­se en ciudades pequeñas, deja en cada una partes del evento que le provocó la miseria, la cual acaba aceptando. ¿Alguien puede cuestionar la maestría de Echenoz? Con certeza los lectores de Flaubert, no.

¿Alguien puede cuestionar la maestría del escritor? Con certeza los lectores de Flaubert, no

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