Milenio

“En el teatro la vida y el reconocimi­ento no son muy gratos para directores”

- SUSANA MOSCATEL Twitter: @SusanaMosc­atel

¿Ustedes saben quién dirige su serie favorita? No se preocupen si dijeron no. Generalmen­te nadie lo sabe, porque suelen ser distintos directores y la televisión, al menos esa televisión, les pertenece a los escritores y a los showrunner­s. Ahí ellos suelen ser los jefes y aunque pocos cobran fama más allá de la pantalla, como Aaron Sorkin, son quienes crean hacen y deshacen.

El cine es otro animal. Claro, en todos lados los primeros nombres que vemos son de los actores, pero las películas en la mayoría de los casos son “de” el director. Y sí, por el director vamos a ver algo porque sabemos por dónde va la cosa. Que tipo de producción tendremos.

Él o ella, son quienes tienen la última palabra (a menos que estén peleando con el productor) y cargan con el éxito o el fracaso. Pocas veces nos enteramos, a menos que realmente nos interese y estemos prestando atención, quién escribió la cinta que estamos viendo. Y mucho menos sabemos qué tanto fue cambiada en la sala de edición, donde los scripts llegan a morir o a cobrar su propia vida.

Pero en el teatro la vida y el reconocimi­ento no es muy grato para los directores. Sobre todo en el teatro comercial.

Lo digo porque hace dos días murió Hal Prince, el hombre que dirigió Cabaret, Amor sin barreras, El fantasma de la ópera, El violinista en el tejado, Sweeney Todd y mil cosas más, y para la mayoría de las personas que siquiera se molestaron en comentarlo, él fue el hombre quien trabajó con Andrew Lloyd Webber y con Stephen Sondheim en sus versiones originales de estas obras maestras de la cultura pop. Así, como una nota casual y al calce. No fue quien decidió cómo caería (y sigue cayendo) ese candil sobre el público del Fantasma, no fue quien hizo del desconocid­o Joel Grey en una de las más grandes estrellas del mundo en su momento en Cabaret, no. Era el que trabajó “con˝. Y si bien la comunidad teatral sabe el tamaño del monstruo que se nos fue, fuera de ahí causa más interés la llamada a la policía de la hija de Alejandra Guzmán que una trayectori­a de más de 50 años que, sin duda, impactó las artes que consumimos por y para siempre.

Cada medio es distinto y tiene diversos niveles y modos de ser comprendid­o, pero después de este episodio me queda una sensación un tanto hueca sobre un tema del que el genio teatral de la nueva generación Lin-Manuel Miranda, escribe siempre en sus trabajos: el legado.

¿Cuál es el legado que dejamos tras una vida en las artes? Para muchos, eso le da sentido perfecto a la vida. Para otros es solo una historia del día más. Pero estoy convencida de que una vida como la de Hal Prince no fue menos relevante que la de un Ridley Scott o un Steven Spielberg. Simplement­e, el acceso es otro. Depende de los que amamos las artes y tenemos los espacios para compartir este amor el dejar claro quién fue cada quien en esta historia de creación y vida. Para mí, quien logre tener una vida así, ese, es el jefe.

“Para mí quien logre tener una vida como la de Hal Prince en el teatro es el jefe”

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