Milenio

México y el discurso del odio

- LEOPOLDO GÓMEZ

La muerte de 22 personas, entre ellas ocho mexicanos, por el ataque en El Paso, a manos de un terrorista que dijo actuar ante la amenaza de una “invasión hispana a Texas”, trae a casa el tema de los crímenes de odio, cada vez más frecuentes en Estados Unidos.

Es cierto que el miedo que nutre ese odio no inició con Trump, pero también es verdad que el presidente, lejos de asumir una posición contra esas fobias

raciales, las ha avivado.

Tras la masacre de El Paso, Trump condenó el racismo, el fanatismo y la supremacía blanca, como jamás lo había hecho. Sin embargo, eludió tomar una postura contundent­e en el tema de las armas. Además, atacó en Twitter a los medios como si la realidad fuera distinta a lo que ellos presentan.

La respuesta inédita de Trump podría indicar que estamos ante un punto de inflexión. Pero a juzgar por lo que ha pasado en otros casos, más bien es previsible que retome su actitud —en el mejor de los casos, ambigua— frente a la discrimina­ción y al odio racista. Así fue hace dos años con el choque entre supremacis­tas blancos y sus opositores. Lejos de culpar directamen­te a los supremacis­tas, el presidente prefirió igualar los bandos para repartir culpas.

Recienteme­nte, Trump repitió el patrón al provocar a sus seguidores contra cuatro congresist­as demócratas

Previsible, que Trump retome su actitud hacia el racismo

de minorías étnicas. Lanzó la piedra y luego escondió la mano diciendo que no avalaba las consignas de quienes exigían que una de ellas fuese expulsada a su país de origen, pero al final volvió a la carga.

Con un presidente en campaña que ha dicho que no le preocupa ser considerad­o racista pues “muchas personas están de acuerdo” con él, y con una base social en cuyo núcleo resuena ese mensaje, lo más probable es que el discurso antiinmigr­ante se mantenga. Lamentable­mente, con una legislació­n laxa en materia de armas, tampoco puede descartars­e otro ataque contra nuestros compatriot­as.

Aunque la reacción de México está siendo amplia y decidida, si las agresiones continúan, la exigencia que ho y se dirigió al gobierno de Estados Unidos para que condene clara y contundent­emente los crímenes de odio tendría que extenderse al discurso que los incita y al que Trump le ha dado curso.

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