A matar mexicanos
@robertayque
No necesitamos ayuda de nadie para eso, lo hacemos más que bien nosotros solos. Si encima el gatillero es un extraño enemigo con una profunda ignorancia histórica, pues eso ya calienta. Patrick Crusius se llama el supuesto autor de un manifiesto de 2 mil 300 palabras que anuncia, de entrada: “Este ataque es en respuesta a la invasión hispánica de Texas. Ellos son los instigadores, no yo. Yo estoy simplemente defendiendo mi país de reemplazos étnicos y culturales”. Lo que sigue es un resumen de clichés del peor nacionalismo cristiano blanco, rematados con una amenaza: Crusius escribe que los latinoamericanos con gusto se regresarían a su casa si se les diera el incentivo adecuado, y que ese incentivo debe ser brindado por él y por “muchos otros patriotas americanos”.
El terrorismo blanco es responsable de muchas más muertes de gringos que el islámico, el anarco o cualquier otro entre los llamados oficialmente así; al gobierno de Estados Unidos, especialmente pero no exclusivamente bajo el presidente Trump, le gusta llamarle “extremismo blanco”. En los últimos dos años ha habido más de nueve masacres con bombas o armas de alto poder perpetradas por simpatizantes del nacionalismo blanco; esta última de El Paso ha sido la más mortífera, y la única que se ha llevado a tantos mexicanos, es decir, a mexicanos que viven en México y que nomás cruzan a chivear o a visitar parientes; van ocho connacionales muertos y hay otros seis o más heridos.
La respuesta de México es simplemente sorprendente porque la hubo: con todo y habernos convertido la T4 en los cadeneros de Trump, Marcelo Ebrard anunció que México tomará acciones, entre las cuales está la risible de fincarle a Crusius cargos criminales en México, la interesante de demandar al vendedor del arma usada, y la encomiable: el envío de un cable diplomático pidiendo “respetuosa pero firmemente que (los Estados Unidos) tomen una postura clara y fuerte contra los crímenes de odio”. No por inocua la acción deja de ser celebrable, sobre todo porque Washington se va a enfrascar en el consabido debate con el ángulo del control de armas, dejando completamente relegado el aspecto de crimen de odio, justo ese que los mexicanos no debemos ignorar.
López Obrador hizo justo eso, diciendo el sábado que el ataque era “producto de la descomposición, de los problemas que tienen ciertas personas, no es un asunto generalizado”, lo cual es, además de cobarde, falsísimo: el tirador de El Paso viajó desde Dallas a la frontera porque allí habría “más mexicanos”, y no podemos olvidar que, cuando anunció contender por la presidencia, Trump arrancó llamando a los mexicanos “violadores, asesinos y narcotraficantes”. Hace apenas un mes celebró que una voz entre el público, en Florida, pidiera dispararle a los migrantes que cruzan por el Bravo.
En campaña, López Obrador, criticando la inacción de Peña Nieto ante las constantes agresiones del presidente gringo, dijo que Trump “habla, habla, habla y habla mal de los mexicanos, pero ya vamos a llegar nosotros”. Es cierto. Lo que falta ver es a qué hoyo.
Terrorismo blanco, responsable de más muertes de gringos que el islámico o cualquier otro