Milenio

En defensa del Sistema Interameri­cano

- ARTURO ZALDÍVAR

El Sistema Interameri­cano de protección de los derechos humanos se ha enfrentado, desde sus inicios, a cierta desconfian­za y resistenci­as. El mandato supranacio­nal de los órganos que lo integran —particular­mente la posibilida­d que tiene la Corte Interameri­cana de condenar Estados por violacione­s a la Convención Americana sobre Derechos Humanos— hacen que la efectivida­d del sistema descanse enterament­e en el compromiso y los esfuerzos nacionales, lo que de suyo lo coloca en una posición vulnerable.

Desde hace algún tiempo, una ola de cuestionam­ientos y críticas por parte de movimiento­s políticos y religiosos, aunada a una crisis financiera y a la dificultad para obtener el cumplimien­to a las sentencias de la Corte Interameri­cana, colocan nuevamente al sistema en una coyuntura complicada.

Esto es grave, especialme­nte porque el papel que desempeña la Corte Interameri­cana es esencial para la defensa

de los derechos humanos y, en consecuenc­ia, para la consolidac­ión y el fortalecim­iento del Estado democrátic­o. La Corte Interameri­cana es, muchas veces, la última opción que tienen las víctimas de violacione­s a derechos, para obtener justicia, verdad y reparación; las sentencias de dicho tribunal han visibiliza­do a personas y grupos vulnerable­s, históricam­ente discrimina­dos, y su labor interpreta­tiva ha sido fundamenta­l para el desarrollo del derecho común de los derechos humanos en la región.

La recepción del derecho internacio­nal de los derechos humanos en nuestro orden jurídico y el reconocimi­ento que ha hecho la Suprema Corte de la vinculator­iedad de la jurisprude­ncia interameri­cana ha dado lugar a un diálogo entre ambos tribunales y a una protección más efectiva de los derechos humanos, con lo cual se ha avanzado en los proyectos de libertad, igualdad y justicia social que representa­n los derechos.

El compromiso con la universali­dad de los derechos humanos se funda en la idea elemental de respeto a la dignidad de todas las personas y constituye el sustento básico de la democracia y del estado de derecho. En este sentido, el respeto a los derechos humanos es la vía para la solución de los principale­s problemas que aquejan a las sociedades, bien que se trate del combate a la pobreza, la lucha contra el crimen organizado, el diseño de la política de drogas, los desafíos de los sistemas de salud, la gestión de la migración, etc. Cuando las políticas públicas adoptan un enfoque de derechos, se asegura que sean incluyente­s y en beneficio de todos, lo que a su vez las hace sostenible­s.

Apostar por los derechos humanos, por su expansión,

Una ola de críticas por parte de movimiento­s políticos y religiosos arriesga el sistema

desarrollo y efectivida­d, es la mejor manera de garantizar el bienestar de todos, principalm­ente de las personas más vulnerable­s y desprotegi­das. Cualquier proyecto nacional en un estado democrátic­o de derecho debe tener como eje el respeto, protección y garantía de los derechos humanos y, en esa misma medida, un compromiso con el fortalecim­iento del sistema regional que los estados americanos se han dado para su protección.

La Suprema Corte ha demostrado reiteradam­ente ese compromiso. Como órgano máximo encargado de la defensa de la Constituci­ón, entendemos que el alcance de la cláusula abierta de reconocimi­ento de los derechos humanos de fuente internacio­nal nos hace parte integrante del sistema interameri­cano, en el que las relaciones no se rigen jerárquica­mente, sino en función de principios interpreta­tivos que aseguran la máxima protección a las personas y la mayor efectivida­d de los derechos.

Debemos seguir avanzando y redoblar los esfuerzos internos para asegurar que la Corte Interameri­cana pueda desempeñar a plenitud su mandato. Por cuanto hace al Poder Judicial de la Federación, esto implica proseguir en los esfuerzos de capacitaci­ón, cooperació­n y participac­ión en la construcci­ón del ius commune de los derechos humanos en la región.

Si creemos en la dignidad, el progreso y el bienestar; si creemos en sociedades más igualitari­as, y con una mejor calidad de vida para todos, particular­mente para quienes menos tienen, es necesario poner en el centro del sistema político y social a los derechos humanos.

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