Fábrica de sueños
Tengo mucho miedo de Fábrica de sueños, porque si fracasa no solo estaremos hablando de un enorme problema económico que dejará sin empleo a muchas personas. Estaremos hablando de una catástrofe cultural, del aniquilamiento de una parte fundamental de nuestro imaginario colectivo, de algo verdaderamente malo para el país.
Como usted sabe, Fábrica de sueños es un megaproyecto de Televisa que consiste en volver a grabar, bajo los esquemas dramáticos y de producción de la actualidad, algunos de sus más memorables melodramas seriados como La
usurpadora, Cuna de lobos y Rubí. Ahora ya no van a ser telenovelas, van a ser series.
Para cualquier empresario esta idea es magnífica, porque le alimenta el ego, suena a éxito seguro, cuesta menos y circula más. La triste realidad es que se trata de una gran equivocación. Televisa no es Disney, las telenovelas no son clásicos de la cinematografía, lo barato sale caro y lo corto no necesariamente es lo que más se mueve.
Sí, cuando estos títulos se transmitan en México iniciarán con los más altos niveles de audiencia de los últimos años, porque el morbo será monumental y porque, objetivamente, Las Estrellas no tiene competencia, en su perfil, cuando hablamos de programas dramatizados. Pero quiero ver la cara de los mercados internacionales, de los canales que sí tienen competencia, de las empresas que llevan años programando los títulos de Televisa en horarios de segunda ante el rechazo de las multitudes.
Fábrica de sueños, así, como idea, lo único que confirma eslavo ca ciónrefrit era de Televisa, el peor de sus errores, la clave de su fracaso. No se necesita ser un genio para
detectar que esto es la misma gata revolcada solo que ahora etiquetada de otra manera. Obviamente habrá títulos que funcionen mejor que otros. La bronca no es ésa.
La bronca es que, si esto falla, no habrá manera de sensibilizar a las nuevas generaciones sobre la importancia y el impacto de las versiones originales de estos programas. Morirá el legado de Rosa salvaje, de El maleficio y de Los ricos también lloran.
No habrá manera, ni siquiera, de ponerlas en un museo, tal y como ocurre ahora con las fotonovelas del maestro Antonio Caballero que están en el Museo de Arte Moderno. A nivel imagen internacional, esto va a ser peor que lo de las narcoseries. Peor. ¿Por qué a Televisa le cuesta tanto trabajo entender lo que es Televisa?
¿Por qué le da tanta vergüenza hacer televisión abierta privada nacional? ¿Por qué ese desprecio hacia algo que sigue siendo hermoso y exitoso como el formato de la telenovela? No entiendo. Es como de psicoanálisis. La televisión abierta está resurgiendo. Hoy, más que nunca, se necesitan telenovelas. Pero telenovelas, telenovelas. No series. No series que no son series. En tv, el éxito no es como en otras industrias. Aquí intervienen muchos factores internos y externos. Aquí se trabaja al día, no para la posteridad.
No me duele que el público de 2019 se nutra yendo a ver un clásico al teatro. Me duele que lo queramos obligar a sentir como se sentía en los años 60, 70 y 80. Eso no es nostalgia. Es un retroceso, un atentado ideológico. ¿O usted qué opina?