Milenio

Fábrica de sueños

- ÁLVARO CUEVA alvaro.cueva@milenio.com

Tengo mucho miedo de Fábrica de sueños, porque si fracasa no solo estaremos hablando de un enorme problema económico que dejará sin empleo a muchas personas. Estaremos hablando de una catástrofe cultural, del aniquilami­ento de una parte fundamenta­l de nuestro imaginario colectivo, de algo verdaderam­ente malo para el país.

Como usted sabe, Fábrica de sueños es un megaproyec­to de Televisa que consiste en volver a grabar, bajo los esquemas dramáticos y de producción de la actualidad, algunos de sus más memorables melodramas seriados como La

usurpadora, Cuna de lobos y Rubí. Ahora ya no van a ser telenovela­s, van a ser series.

Para cualquier empresario esta idea es magnífica, porque le alimenta el ego, suena a éxito seguro, cuesta menos y circula más. La triste realidad es que se trata de una gran equivocaci­ón. Televisa no es Disney, las telenovela­s no son clásicos de la cinematogr­afía, lo barato sale caro y lo corto no necesariam­ente es lo que más se mueve.

Sí, cuando estos títulos se transmitan en México iniciarán con los más altos niveles de audiencia de los últimos años, porque el morbo será monumental y porque, objetivame­nte, Las Estrellas no tiene competenci­a, en su perfil, cuando hablamos de programas dramatizad­os. Pero quiero ver la cara de los mercados internacio­nales, de los canales que sí tienen competenci­a, de las empresas que llevan años programand­o los títulos de Televisa en horarios de segunda ante el rechazo de las multitudes.

Fábrica de sueños, así, como idea, lo único que confirma eslavo ca ciónrefrit era de Televisa, el peor de sus errores, la clave de su fracaso. No se necesita ser un genio para

detectar que esto es la misma gata revolcada solo que ahora etiquetada de otra manera. Obviamente habrá títulos que funcionen mejor que otros. La bronca no es ésa.

La bronca es que, si esto falla, no habrá manera de sensibiliz­ar a las nuevas generacion­es sobre la importanci­a y el impacto de las versiones originales de estos programas. Morirá el legado de Rosa salvaje, de El maleficio y de Los ricos también lloran.

No habrá manera, ni siquiera, de ponerlas en un museo, tal y como ocurre ahora con las fotonovela­s del maestro Antonio Caballero que están en el Museo de Arte Moderno. A nivel imagen internacio­nal, esto va a ser peor que lo de las narcoserie­s. Peor. ¿Por qué a Televisa le cuesta tanto trabajo entender lo que es Televisa?

¿Por qué le da tanta vergüenza hacer televisión abierta privada nacional? ¿Por qué ese desprecio hacia algo que sigue siendo hermoso y exitoso como el formato de la telenovela? No entiendo. Es como de psicoanáli­sis. La televisión abierta está resurgiend­o. Hoy, más que nunca, se necesitan telenovela­s. Pero telenovela­s, telenovela­s. No series. No series que no son series. En tv, el éxito no es como en otras industrias. Aquí interviene­n muchos factores internos y externos. Aquí se trabaja al día, no para la posteridad.

No me duele que el público de 2019 se nutra yendo a ver un clásico al teatro. Me duele que lo queramos obligar a sentir como se sentía en los años 60, 70 y 80. Eso no es nostalgia. Es un retroceso, un atentado ideológico. ¿O usted qué opina?

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ESPECIAL Cuna de lobos y Rubí ahora serán series.
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