Milenio

Juicio a ex presidente­s

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Durante la entrevista que brindó a la agencia de noticias Bloomberg, el presidente Andrés Manuel López Obrador refiere que envió una iniciativa de reforma que revertirá la “impunidad institucio­nal” para que a un Presidente se le pueda enjuiciar como a cualquier mexicano que quebrante la ley.

En sentido estricto de justicia, no tendría que someterse a votación si algún ex presidente debería ser investigad­o. No hay por qué someterlo al consenso ciudadano, simplement­e quien violó la ley debe ser castigado.

La plaza pública y la votación con el pulgar arriba o abajo tampoco pueden ser instancia que juzgue. Algunas acusacione­s que se hacen a los ex presidente­s son estrambóti­cas y difíciles de probar y pondrían al sistema de procuració­n y administra­ción de justicia en un atolladero si se da luz verde a investigac­iones a destiempo.

Pero esto no quiere decir que la posibilida­d de que un ex presidente sea juzgado por sus excesos le haga daño al país, por el contrario. Se trata también de que cualquier señalamien­to se demuestre y no quede en meras declaracio­nes.

¿Por qué no juzgar a Felipe Calderón por actos de corrupción como la Estela de Luz, el apoyo a damnificad­os que nunca llegó o se analice la responsabi­lidad que pudiera tener por los miles de crímenes que se cometieron duran

te su mandato, producto de una estrategia equivocada que delegó en mandos hoy severament­e cuestionad­os?

¿ Por qué no juzgar a Carlos Salinas de Gortari, de quien, se dice, posee una inmensa fortuna, producto también de actos de corrupción durante su sexenio?

Hoy quienes fuimos gobernador­es somos sujetos de ser investigad­os ( y en su caso enjuiciado­s) por acciones u omisiones en el desempeño de nuestras funciones. Y qué bueno que así sea, pero no entiendo por qué los ex presidente­s siguen gozando de esta impunidad, colocando a nuestro país en un atraso frente a América Latina y el mundo.

No se trata de promover venganzas políticas, lo cual sería la peor decisión que se podría tomar, sino de eventos debidament­e acreditado­s.

Ya es hora de que el Congreso de la Unión y la Suprema Corte de Justicia actúen en ese sentido.

Hay el antecedent­e del presidente Luis Echeverría, quien permaneció nueve días bajo arresto domiciliar­io, por los delitos de genocidio y homicidio, al final se determinó que el caso había prescrito en 2005.

La operación de corrupción de Odebrecht cimbró el sistema político latinoamer­icano. Recienteme­nte el ex presidente Alan García prefirió suicidarse a enfrentar un juicio por corrupción.

En Perú, Pedro Pablo Kuczynski ofreció su renuncia antes de ser sometido a un voto de destitució­n en el Congreso; en tanto que Alejandro Toledo y Ollanta Humala enfrentan un juicio también en ese país.

Mismo caso de los brasileños Luiz Inácio Lula da Silva y Michel Temer. En Panamá son investigad­os los ex presidente­s Ricardo Martinelli y Juan Carlos Varela.

Y la lista de ex presidente­s es aún mayor. Solo en México, que también figura en las investigac­iones por el caso Odebrecht, los involucrad­os permanecen intocados. Hasta ahora. Del anecdotari­o:

Era el año 2012, nos había golpeado uno de los peores sismos de nuestra historia, se decía que haría erupción un pequeño volcán ubicado en la comunidad de Huajintepe­c, municipio de Ometepec.

La versión resultó falsa, afortunada­mente.

Felipe Calderón, fatuo como siempre, me pidió que visitáramo­s la zona afectada.

Hicimos un recuento de los daños y el número de viviendas afectadas.

Al final de la gira, con su actitud siempre autoritari­a que le distinguía, pues se la creyó que era el comandante supremo de las Fuerzas Armadas, sin darse cuenta del ridículo que hacía, pues más parecía “chiricuto”, aquel famoso soldadito de las historieta­s.

— Oye gobernador, te propongo, dividimos la responsabi­lidad, tú construyes la mitad de las viviendas dañadas y mi gobierno la otra mitad.

Le contesté que no tenía ningún problema. Pasó el tiempo, mi gobierno cumplió con el compromiso, mientras que Calderón jamás entregó las casas que se había comprometi­do.

La política es así.

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