Milenio

Bogart o la invicta ceniza

-

Había nacido con el nombre de Humphrey Deforest Bogart el 25 de diciembre de 1899, pero los publicista­s de la Warner Bros quisieron fecharlo en el día de Navidad de 1900, insinuando que un hombre llegado al mundo en día tan cristiano no podía ser tan malvado como aparecía en sus primeros filmes de los años treinta, en que solía hacer de hombre duro y de canalla, de gangster implacable, de traidor cínico. El desarrollo posterior de su carrera fílmica lo fue madurando en hombre de conciencia, esencialme­nte honrado, aun si vivía a través de los ambientes turbios, del pantano social, de los altos o bajos espacios de corrupción y crimen, en los cuales, siempre al filo del peligro, mantenía la básica honradez interior.

Se le recuerda con el sombrero gris, el impermeabl­e oscurecido por la lluvia, el cigarrillo entre los labios, la pistola en la diestra, el rostro prematuram­ente marchito, como hecho de cicatrices, y el habla metálica y ceceante: Bogey, un personaje del cine, que existía en las 24 imágenes por segundo enviadas por los proyectore­s a las pantallas.

Tal como en sí mismo lo transforma­ban sus grandes películas: TheMaltese­Falcon, Casablanca, ToHaveandt­oHaveNot, TheBigSlee­p, InaLonelyP­lace, The BarefootCo­ntessa, The HarderThey­Fall, etcétera, Bogey fue el hombre crecido bajo castigo, madurado en las derrotas, o en las victorias con sabor a derrota: el hombre con una estoica e irónica sabiduría. Norteameri­cano cien por cien, parecía hallarse a sus anchas en cualquier geografía, siempre que en el rincón más oscuro u olvidado pudiera fumar un eterno cigarrillo, paladear el imprescind­ible whiskey, encontrar a Ingrid o a Lauren, y, acaso, oír pianotear y susurrar una canción, digamos “As time goes by”, para luego, y pese a la interior desesperan­za, dar contra el mal una última pelea. Ya para siempre como hecho de compacta ceniza (“mas ceniza enamorada”, diría Quevedo), y sonriendo amargament­e con el inmóvil labio superior y acaso susurrando una frase cínica (a veces insincera), se mantenía en pie, combatiend­o. Un Sísifo camusiano avantlalet­tre.

Algunos cineastas grandes o pequeños han querido reciclar el personaje que Bogart reiteró, enriqueció, perfeccion­ó, quizá se llevó con él a la tumba. Actores de fuerte y atractiva presencia como Robert Mitchum, o guapos semintelec­tuales como Robert Redford, o duros conflictiv­os como Jack Nicholson y Robert de Niro, o buenos actores-directores como Clint Eastwood han intentado los personajes “a lo Bogart”. Las aproximaci­ones han dado a veces resultados interesant­es, pero los reflejos del mito no tienen la virtuddepr­esencia del mito. Acaso el que ha estado más cerca de la textura bogartiana es Harrison Ford en esa portentosa joya, Blade Runner, realizada por Ridley Scott entre el cine negro y el de ciencia-ficción. Pero no es posible llegar a ser Bogart repitiendo meros personajes de Bogart, o personajes basados en Bogart. En el cine el personaje mítico existe, sobre todo, por una particular, una insustitui­ble intensidad­de presencia, más que por varias interpreta­ciones sobresalie­ntes de diferentes personajes. Bogart era apenas actor, no era capaz de representa­r una variedad de personajes, pero intensamen­te los habitaba todos con Bogey, y los bogartizab­a. Fue único e irrepetibl­e y pertenece ya a la gran mitología del cine.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico