Milenio

No hay visión de Estado sin derechos humanos

- MAITE AZUELA @maiteazuel­a

Ante la renovación o reelección del titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) se ha anunciado la intención del presidente Andrés Manuel López Obrador de presentar una iniciativa preferente para que la CNDH sea transforma­da en la Defensoría del Pueblo y, que su titular no sea elegido mediante una terna que los legislador­es evalúen para selecciona­r al mejor candidato o candidata, sino por un solo postulante que sea propuesto por el Ejecutivo.

Cada uno de estos cambios tiene implicacio­nes drásticas para la concepción de Estado que los mexicanos

hemos construido y pone en riesgo las pocas herramient­as institucio­nales de las que nos hemos dotado para garantizar la autonomía de un órgano que tenga como centro la defensa de los derechos humanos, así, sin eufemismos populistas que desdibujen su misión. Los procesos democrátic­os de designació­n de titulares de los órganos autónomos son un elemento clave para que quien toma las decisiones de la institució­n las asuma con plena libertad de los tres poderes, en tanto el Ejecutivo presenta propuestas y el Legislativ­o delibera para que el nombramien­to sea otorgado a quien mejor trayectori­a demuestre.

Si no hay ninguna intención de debilitar procesos democrátic­os ni de compromete­r la autonomía de la institució­n, la idea de evitar que los legislador­es designen a su titular, le resta facultades al Poder Legislativ­o, atenta contra las decisiones de la institució­n que, más que requerir control, requiere fuerza para que aquel ente del gobierno federal que incumple sus recomendac­iones sea sancionado. La apuesta parece ser a la inversa.

Si lo que el nuevo gobierno realmente quiere es acercar esta institució­n a las personas o al “pueblo” como suelen decir, esa iniciativa no es la vía. Es indispensa­ble mantener la autonomía del Ejecutivo sin que esto signifique que la institució­n sea autónoma

Si el nuevo gobierno quiere acercar esta institució­n a las personas, esa iniciativa no es la vía

frente a la ciudadanía. Me explico, podemos empezar por ahí, repensar el diseño de los órganos de derechos humanos sin que la esencia de la autonomía sea colocada únicamente en la probidad del titular, sino que se acompañe de un consejo técnico que se involucre en los casos a fondo. Los ciudadanos que acuden a la CNDH no tienen posibilida­d de impugnar las resolucion­es. Dotarlos de esa herramient­a sería clave. Además, se requieren procesos con plazos establecid­os y es muy necesario que motive y fundamente sus decisiones, algo tan sencillo como una medida cautelar, por ejemplo.

Con todas las oportunida­des de mejora que la CNDH tiene en su diseño interno, es justo reconocer que autonomía del Ejecutivo ha sido indispensa­ble en la consecució­n exitosa de recomendac­iones para casos emblemátic­os de violacione­s a derechos humamos.

Un cambio de nombre y una designació­n por dedazo tendría implicacio­nes no solo simbólicas, sino pragmática­s. Un estadista nunca sacrificar­ía los procesos democrátic­os de designació­n y el contrapeso de poderes, mucho menos restaría importanci­a a los derechos humanos. En un contexto de militariza­ción inminente, borrar la defensa de derechos humanos de centro de la institució­n, no es pensar en el pueblo sino restarle garantías.

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