Lucrando con el enemigo
Vasos comunicantes, Real Madrid y Barcelona mantienen una rivalidad conectada como ninguna otra en el mundo. Los separa un pasado, los enfrenta un presente y los une un futuro: el mercado universal. La dependencia que tiene el uno de otro es tan alta, que podrían formar un sistema
económico central y serían más rentables todavía. Esto jamás sucederá, acabaría con la intimidad del enemigo que da sentido al negocio, pero si se analiza, encontraríamos profundas semejanzas. Todo en estos equipos es una obsesión por el antagonismo del que obtienen enormes beneficios de forma indirecta. Si el Madrid firma por Adidas, el Barça no tiene más remedio que enseñarle la cifra a Nike para renovar por una mayor cantidad; si uno promueve la cantera, el otro se encarga de mover el mercado comprando y vendiendo la galaxia; y si la Liga decide llevar a cabo una expansión en los Estados Unidos, uno de ellos votará a favor del “no” y el otro a favor del “sí”. Salvo en la paz mundial, hay pocas cosas en las que estén de acuerdo, sin embargo, cada una de sus decisiones siempre mejoran al rival: no hay mecanismo de competencia más perfecto en la historia del deporte que el de Madrid y Barcelona. El nuevo desafío parece ser el caso Neymar. Una vieja disputa entre ambos clubes llevó
No hay mecanismo de competencia más perfecto en el deporte que el de Madrid y Barcelona
al Barça a acelerar los trámites de contratación de la joven promesa brasileña que coqueteaba con los dos. Al final del camino, el papeleo fue tan tormentoso que acabó con un presidente de los culés imputado y dejó al otro muy tocado. El Madrid se quedó sin Neymar, la joya con la que el Barça pretendía relanzar su proyecto, pero logró evitar el desgaste económico y jurídico paralelo a la contratación: quedó claro que la envoltura de Neymar no incluía la garantía, algo que supo leer el Bernabéu. Años después, como si ninguna de estas instituciones hubiese aprendido la lección, vuelven a la carga por el mismo jugador. Cualquiera que sea la estrategia: encarecerlo, arrebatarlo, presumirlo, explotarlo comercialmente o entregarlo a su afición como un trofeo de caza, tiene un objetivo claro: abrir un nuevo capítulo en de lucrativa rivalidad. El negocio de Madrid y Barça es la competencia, aun perdiendo dinero, ganan.