Milenio

Lucrando con el enemigo

- JOSÉ RAMÓN FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ DE QUEVEDO

Vasos comunicant­es, Real Madrid y Barcelona mantienen una rivalidad conectada como ninguna otra en el mundo. Los separa un pasado, los enfrenta un presente y los une un futuro: el mercado universal. La dependenci­a que tiene el uno de otro es tan alta, que podrían formar un sistema

económico central y serían más rentables todavía. Esto jamás sucederá, acabaría con la intimidad del enemigo que da sentido al negocio, pero si se analiza, encontrarí­amos profundas semejanzas. Todo en estos equipos es una obsesión por el antagonism­o del que obtienen enormes beneficios de forma indirecta. Si el Madrid firma por Adidas, el Barça no tiene más remedio que enseñarle la cifra a Nike para renovar por una mayor cantidad; si uno promueve la cantera, el otro se encarga de mover el mercado comprando y vendiendo la galaxia; y si la Liga decide llevar a cabo una expansión en los Estados Unidos, uno de ellos votará a favor del “no” y el otro a favor del “sí”. Salvo en la paz mundial, hay pocas cosas en las que estén de acuerdo, sin embargo, cada una de sus decisiones siempre mejoran al rival: no hay mecanismo de competenci­a más perfecto en la historia del deporte que el de Madrid y Barcelona. El nuevo desafío parece ser el caso Neymar. Una vieja disputa entre ambos clubes llevó

No hay mecanismo de competenci­a más perfecto en el deporte que el de Madrid y Barcelona

al Barça a acelerar los trámites de contrataci­ón de la joven promesa brasileña que coqueteaba con los dos. Al final del camino, el papeleo fue tan tormentoso que acabó con un presidente de los culés imputado y dejó al otro muy tocado. El Madrid se quedó sin Neymar, la joya con la que el Barça pretendía relanzar su proyecto, pero logró evitar el desgaste económico y jurídico paralelo a la contrataci­ón: quedó claro que la envoltura de Neymar no incluía la garantía, algo que supo leer el Bernabéu. Años después, como si ninguna de estas institucio­nes hubiese aprendido la lección, vuelven a la carga por el mismo jugador. Cualquiera que sea la estrategia: encarecerl­o, arrebatarl­o, presumirlo, explotarlo comercialm­ente o entregarlo a su afición como un trofeo de caza, tiene un objetivo claro: abrir un nuevo capítulo en de lucrativa rivalidad. El negocio de Madrid y Barça es la competenci­a, aun perdiendo dinero, ganan.

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