Milenio

La herida del amor

Mediante un llamado de la Interpol le habían echado el guante a Carlos Ahumada, el empresario mentecato que tuvo con Rosario Robles un tórrido romance. Gilga ha recordado algunos de los artículos que escribió de ese amor ...

- GIL GAMÉS gil.games@milenio.com Gil s’en va

Gil discutía consigo mismo: ¿el amor siempre muere o no muere siempre? Esta discusión empezó cuando Gil leyó en su periódico MILENIO que mediante un llamado de la Interpol le habían echado el guante a Carlos Ahumada. Ustedes lo recuerdan, el empresario mentecato que corrompió al PRD y tuvo con Rosario Robles un tórrido romance. Gilga ha recordado algunos de los artículos que escribió del amor trágico de Chayo y Charles. Ah, l’amour.

Lo que sigue son fragmentos de esos artículos de Gilga sobre este loco affaire de la política mexicana; las fechas en este caso son intrascend­entes.

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Cuenta Ahumada en su libro (es un decir)

Derecho de réplica que conoció a Carlos Salinas en 2003. En septiembre de aquel año, Ahumada y Rosario viajaron a Londres para que ella pudiera hablar personalme­nte con Carlos Salinas. Al ex presidente le interesaba mucho hablar con Rosario, cuenta Ahumada: “Después de todos los intentos que ella hizo para solucionar el problema financiero que tenía el PRD —del cual parte muy importante era lo que me debía a mí, además de que les debía a muchos prestadore­s de servicios, entre ellos Televisa, y por lo cual había renunciado en agosto a la presidenci­a delPRD— creía que con Carlos Salinas podía resolver este asunto”· El que a buen árbol se arrima hace leña, ¿o cómo era?

Ahumada y Rosario se hospedaron en el hotel Ritz de Londres. ¿Una suite, cariño? Ay, Carlos, tú siempre tan espléndido. Dinero sube, dinero baja y la pasión que lo trabaja. Las dos parejas cenaron juntas, Salinas y su señora Ana Paula, y Rosario con Ahumada. Temas de la noche: la ayuda de Salinas para pagar la deuda del PRD y la modificaci­ón del artículo que le impedía a Rosario Robles presentars­e a una elección para la Jefatura de Gobierno del DF en el 2006.

Gil aún recuerda las dos cartas de amor definitivo que se leían en los mentideros de la política nacional. Gamés no se refiere a una epístola publicada en la revista Proceso sino a otra, muy apasionada, de jalarse los pelos y rasguñarse la cara y llorar sin recato, en la cual Rosario le confiesa su amor verdadero a Ahumada. ¿Cómo obtuvo Gilga esas cartas? Misterio.

Gamés concluyó entonces que l’amour es muy peligroso combinado con la política. Pongámoslo con palabras traídas de la más refinada poesía: está el lodo como pa’l marrano. Una política de izquierda enamorada hasta los huesos de un empresario mentecato, un partido hundido en escándalos de corrupción y un ex presidente en plena grilla de grillas.

··· Repantigad­o en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gamés pensaba en el amor. Ya quedamos en que cada quien piensa en lo que le da su regalada gana. Resulta que Carlos Ahumada demandó desde Argentina al PRD y a su ex dirigente Rosario Robles por la cantidad de 520 millones de pesos. Ahumada sostiene que prestó dinero al partido para comprar publicidad y que el perredismo nunca le pagó.

Cuando Gil piensa en la historia de Carlos Ahumada y Rosario Robles, solo se le ocurren títulos de telenovela­s: Muchacha maoísta viene a casarse, Píntame contratos negros, Rosario la del barrio, La pícara soñadora, El maloficio, Mudo de juguete, en fon. La lectora y el lector recuerdan la trama: Rosario y Ahumada sostuviero­n un tórrido romance. Ella era la dirigente del PRD; él, un empresario corrupto que parecía audaz y valiente (como Pancho Pantera). En esos tiempos prendía usted la televisión y Rosario encabezaba multitudes entusiasta­s; el empresario, por su parte, compraba equipos de futbol, obtenía contratos en las delegacion­es, fundaba un periódico, una edad dorada envolvía a los enamorados. Ella cantaba: non, je ne

regrette rien, como si fuera Edith Piaf; él, “Crystal Blue Persuasion” como si fuera el mismísimo Tommy James and The Shondells. Gilga sabe que el amor, la política y los negocios siempre terminan mal y esta

histoire d’amour no fue la excepción. Que si le prestas una lana al partido y luego te la pagamos. Tengo unos contratos en la delegación Gustavo A. Madero, ¿se podrán destrabar? Sí, mi amor; ¡Salud!, por nosotros. Y como dicen los poetas: se jodió la bicicleta. Tarde o temprano, los caminos del amor conducen a la oscuridad.

Todo es muy raro, caracho, como diría el Marqués de Sade: “En el amor todas las cumbres son borrascosa­s”.

Dinero sube, dinero baja y la pasión que lo trabaja; Gil aún recuerda las dos cartas de amor

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