Milenio

El tango unió a una danesa y un mexicano

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Como el dinero no alcanza, Alfredo conduce un Uber y ella aprovecha su experienci­a: es catadora de café

Ella, de origen danés, ejerció el periodismo; él, mexicano, la actividad empresaria­l. Empecemos con ella, Maja Wallengren, quien desde niña, en su natal Copenhague, soñó con vivir en América Latina, pues le atraían sus costumbres, la gente, el baile, la música. Entonces, su fantasía se cumplió el 22 de octubre de 1997 cuando, por coincidenc­ia, llegó a México como reportera de una agencia de noticias y otros medios.

Y quedó prendida.

Y se adaptó.

Un gran amigo le dijo: —En tu caso la cigüeña se equivocó.

Su gran amigo parecía tener algo de razón, porque el amor de Maja hacia México fue a primera vista. Rápido aprendió a bailar salsa, merengue, danzón, cumbias y, por supuesto, tango argentino.

A los pocos meses, en marzo de 1998, empezó a tomar sus primeras clases de tango, pero costaban demasiado.

Y lo aprendió tan bien que en el año 2000 esta mujer de figura espigada, todavía con acento de su lengua nativa, empezó a dar clases gratis en el Parque México, de la colonia Condesa, en un espacio que llamó Milonga del Parque, Tango para Todos, donde conoció al “profe” Alfredo Navarrete. Los unirían su pasión por el baile y el amor como pareja. Pero volvamos hacia atrás. —Entonces lo traes en la sangre —se le pregunta.

—Sí, algo de tango traigo en la sangre.

—¿Por qué lo crees?

—Yo, de chiquita, le preguntaba a mi abuela paterna: “Abuela, cómo es que le gusta esta música y este baile de un país tan lejano de Dinamarca”, y ella solo me decía: “Es muy bonito, es otra sensación, es otra emoción...”. —Y llegas a México y aprendes. —Sí, y tomo clases de tango, como pasa con mucha gente, y me consumió por completo la pasión, la belleza, las palabras, los cuentos, la historia. Pero las clases eran sumamente caras. Y yo creo que el tango nació popular y tiene que seguir así.

A Maja, no hay duda, le apasiona hablar del tango, ese baile sensual, como ella dice, que permite ondear el cuerpo, trenzar y estirar las manos, el cuello, alargar las extremidad­es, deslizarse, aletear, cruzar miradas.

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Fue en el año 2000 cuando Maja Wallengren y Alfredo Navarrete se conocieron. En la primavera de 2001 ella hizo su primer viaje a Buenos Aires con la intención de recibir clases y mejorar la técnica. También contactó a maestros argentinos y bailarines famosos como Osvaldo Zotto y Lorena Ermocida, quienes la acompañaro­n a México.

Mientras ella promociona­ba “nuestro hermoso y adorado tango argentino en México”, recuerda Maja, “el profe Alfredo trabajaba de manera incansable en el proceso de aprendizaj­e en Buenos Aires, para volverse el primer y el único profesor de tango argentino en México con maestría.

Y formaron la primera asociación de ese baile. Una danesa, Maja Wallengren, y un mexicano, Alfredo Navarrete, cuya inquietud por el tango, como música y como baile, nació desde que era niño, cuando veía en la televisión el programa de Los Locos Adams.

—Y empieza a bailar —se le comenta a Navarrete.

—Bueno, empiezo ya algo tarde, a los 40 años.

—¿Y cómo fue el principio? —Porque vi la película Perfume de mujer, donde hay una escena de tango, y dije: “Yo quiero aprender a bailar tango”, y empecé a tomar clases en México durante unos meses; me invitaron a bailar a Bellas Artes y de ahí fui a especializ­arme en Argentina.

—¿Y es el mismo tango popular de Argentina que se baila en Perfume de mujer?

—No tiene nada que ver. El tango argentino nació en Buenos Aires como un movimiento popular. Lo bailaban en las calles. Después pasó a los salones. Fue creciendo y se volvió como el danzón y la salsa.

—Entonces ustedes son promotores del tango en México.

—Sí, orgullosam­ente; también nos invitan, a mi esposa y a mí, a hacer show de tango y a dar cursos en diferentes partes de la República; incluso en mayo estuvimos en Nueva York. Mi mujer es danesa. Pero ella tiene otra historia que platicar.

***

Maja Wallengren dice que el danzón es admirable, pero no hay similitud con el tango argentino.

—Qué curioso: una danesa y un mexicano enseñan tango —se le comenta, luego de que ellos y sus alumnos hacen una demostraci­ón del baile frente al Parque Naucalli, en Naucalpan, Estado de México.

—Una danesa mexicana orgullosam­ente por naturaliza­ción; y es que México, la verdad —añade una Maja sonriente—, tiene tantos valores tan bonitos; mi país lindo y querido que me adoptó. Y sí, efectivame­nte, un mexicano y una danesa enseñando tango argentino. —¿Y por qué no el danzón? —También me gusta —responde Maja—, pero el tango argentino es seductor; lo que es el auténtico tango argentino, que no es lo que vemos en los bailes de salón. ¡Es el abrazo, es la intimidad de bailar con una pareja, que puede ser con tu pareja personal, íntima, o cualquier otra. —Es sensual…

—Sí, por eso hacemos la referencia, muy sensual. Es una delicia. Uno lo disfruta y se olvida de todo lo demás. Lo que recuerdo es que mis abuelos se conocieron en salones de baile de Copenhague. ¡También bailaron tango, lo que era este ritmo en ese momento de los 30 en Europa!

La pareja ofrece clases en la capital del país y otras partes, como Puebla, y ya crearon la Asociación de Tango de México, “para que haya más accesos en espacios públicos a bajos costos”. Esto es importante, coinciden Maja y Alfredo, “porque el tango tiene que ser visible”.

En Ciudad de México hay más de 2 mil personas que participan en clases y milongas, comenta Maja, quien aspira a que esta práctica se extienda en todo el país. El primer proyecto ya funciona en Puebla.

Pero el dinero no alcanza con sus clases de tango, de modo que Alfredo se convirtió en socio conductor de Uber, mientras ella aprovecha su vasta experienci­a como catadora de café.

—¿Es un complement­o ser conductor?

—Así es. Mira: la clase dura hora y media y hay veces que solo tengo una al día; entonces me queda mucho tiempo libre. —Es un pasatiempo.

—Es un apoyo económico, porque ahorita todos necesitamo­s dinero.

Alfredo y Maja son dos fanáticos del tango que hacen esfuerzos para que la cadencia de ese ritmo argentino llegue a espacios públicos. Por eso, como dicen ellos, tango para todos.

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LUIS M. MORALES

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