Felicidad animal
Los pollos, las langostas, los cangrejos, cerdos, pollos, patos y otros bichos que llegan a las mesas de comensales de todo el mundo, enteros o en partes, vivirán horas de intensa felicidad desde los primeros días del año próximo. Ya no serán destazados en vida, ni arrancadas sus entrañas, ni serán sometidos a letales baños de agua hirviendo. Países como Suiza y Estados Unidos están aprobando en estos días leyes y reglamentos bastante severos para poner a salvo la integridad de ciertos animales que habrán de llegar a los comedores. O para garantizar que su sufrimiento se reducirá al mínimo mientras son preparados para convertirse en sabrosos guisos.
No está mal mientras regulaciones como éstas tengan en el extremo la conservación de la vida. Es decir, mientras países como México llevan años luchando contra las formas más primitivas para sacrificar animales destinados a los mercados de alimentos, los caballos, reses, borregos, chivos, cerdos y pollos siguen muriendo a golpes de mazo, acuchillados, macheteados o electrocutados en medio de ríos de sangre y bilis y chillidos que ponen los pelos de punta. No puede esperarse menos en un país en el que miles de individuos de todas las edades mueren todos los días en condiciones de horror.
La mayoría de los cocineros en todo el mundo asocian la vida de los bichos de mar con una frescura evidente. Meten entonces su afilado cuchillo en la panza de un pescado que sacude su cola con desesperación, arrojan al agua hirviendo langostas, cangrejos y pulpos que luchan desesperados por salir de la cazuela o les tuercen el pescuezo a pollos y patos y les cortan de un tajo la cabeza a las codornices.
Si los bichos, en particular los marinos, llegan muertos a las parrillas se pone en duda su frescura. Es una norma que sobrevive aun en la mayoría de las cocinas del mundo entero. Sin embargo, comienzan a surgir notables excepciones.
En Suiza, por ejemplo, ya está en vigor desde hace un año la legislación que prohíbe cocinar animales vivos y obliga a los cocineros a adormecerlos antes de arrojarlos a la olla con agua hirviendo. Establece también que los animales vivos, en particular los crustáceos, no deben ser manipulados con hielo o agua helada y tendrán que ser conservados en condiciones similares a las de su hábitat original. Esta normatividad suiza comienza ahora a extenderse por el mundo.
Este país acaba de aprobar también una legislación que habrá de entrar en vigor en los primeros días del año próximo, prohibiendo la trituración de pollos vivos. Miles de millones de pollos habrán de agradecérselos.
Hace poco Estados Unidos se sumó a la ya larga lista de países que han prohibido la comercialización de foie gras, con severos castigos a quienes no obedezcan una legislación que defiende a los patos y gansos.
Otros animales están en espera de que les llegue la felicidad.
La mayoría de los cocineros del mundo asocian la vida de los bichos de mar con una frescura evidente