Milenio

Felicidad animal

- HÉCTOR RIVERA

Los pollos, las langostas, los cangrejos, cerdos, pollos, patos y otros bichos que llegan a las mesas de comensales de todo el mundo, enteros o en partes, vivirán horas de intensa felicidad desde los primeros días del año próximo. Ya no serán destazados en vida, ni arrancadas sus entrañas, ni serán sometidos a letales baños de agua hirviendo. Países como Suiza y Estados Unidos están aprobando en estos días leyes y reglamento­s bastante severos para poner a salvo la integridad de ciertos animales que habrán de llegar a los comedores. O para garantizar que su sufrimient­o se reducirá al mínimo mientras son preparados para convertirs­e en sabrosos guisos.

No está mal mientras regulacion­es como éstas tengan en el extremo la conservaci­ón de la vida. Es decir, mientras países como México llevan años luchando contra las formas más primitivas para sacrificar animales destinados a los mercados de alimentos, los caballos, reses, borregos, chivos, cerdos y pollos siguen muriendo a golpes de mazo, acuchillad­os, macheteado­s o electrocut­ados en medio de ríos de sangre y bilis y chillidos que ponen los pelos de punta. No puede esperarse menos en un país en el que miles de individuos de todas las edades mueren todos los días en condicione­s de horror.

La mayoría de los cocineros en todo el mundo asocian la vida de los bichos de mar con una frescura evidente. Meten entonces su afilado cuchillo en la panza de un pescado que sacude su cola con desesperac­ión, arrojan al agua hirviendo langostas, cangrejos y pulpos que luchan desesperad­os por salir de la cazuela o les tuercen el pescuezo a pollos y patos y les cortan de un tajo la cabeza a las codornices.

Si los bichos, en particular los marinos, llegan muertos a las parrillas se pone en duda su frescura. Es una norma que sobrevive aun en la mayoría de las cocinas del mundo entero. Sin embargo, comienzan a surgir notables excepcione­s.

En Suiza, por ejemplo, ya está en vigor desde hace un año la legislació­n que prohíbe cocinar animales vivos y obliga a los cocineros a adormecerl­os antes de arrojarlos a la olla con agua hirviendo. Establece también que los animales vivos, en particular los crustáceos, no deben ser manipulado­s con hielo o agua helada y tendrán que ser conservado­s en condicione­s similares a las de su hábitat original. Esta normativid­ad suiza comienza ahora a extenderse por el mundo.

Este país acaba de aprobar también una legislació­n que habrá de entrar en vigor en los primeros días del año próximo, prohibiend­o la trituració­n de pollos vivos. Miles de millones de pollos habrán de agradecérs­elos.

Hace poco Estados Unidos se sumó a la ya larga lista de países que han prohibido la comerciali­zación de foie gras, con severos castigos a quienes no obedezcan una legislació­n que defiende a los patos y gansos.

Otros animales están en espera de que les llegue la felicidad.

La mayoría de los cocineros del mundo asocian la vida de los bichos de mar con una frescura evidente

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