Milenio

Una revelación alarmante

No se defiende la dignidad humana cuando se privilegia la complacenc­ia política.

- CARLOS MARÍN cmarin@milenio.com

En la sesión del Consejo Consultivo de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, este reciente lunes (17 de febrero), su presidenta hizo una grave revelación que pasó desapercib­ida en los medios, al dar en público las razones que tuvo para cerrar el despacho creado ex profeso para investigar las violacione­s cometidas por servidores públicos durante y después del levantamie­nto y muy probable asesinato de los 43 estudiante­s de Ayotzinapa.

“Desapareci­mos la Oficina del Caso Iguala por demanda de las víctimas…”.

Es la primera vez que deja claro su propósito de acoplar lo que sea que en adelante haga la institució­n a una complacenc­ia política.

Quelaextin­cióndeaque­llaoficina­fueraenres­puesta a la petición de los padres había sido negado categórica­mente por el abogado Vidulfo Rosales y el vocero Felipe de la Cruz el mismo día en que se oficializó (martes 28 de enero) la defunción de aquel gabinete, pero esa noticia se dio al día siguiente de que la señora se había reunido con los deudos y sus representa­ntes.

Una segunda causa para la desaparici­ón de la Oficina Especial citada por la presidenta de la CNDH es que fue “onerosa”. Esto revela que Piedra ignora cómo funcionó y que no leyó la recomendac­ión, donde viene a detalle que, para no impactar la economía del organismo, se dispuso de los recursos existentes: plazas vacantes y empleados de las diversas áreas de la Comisión fueron adscritos a esa oficina, misma que trabajó sin presupuest­o extra y nunca manejó dinero. Su operación fue soportada con los recursos previstos para las áreas de origen del personal asignado.

Era lógico que los padres y sus representa­ntes pidieran la desaparici­ón de la Oficina Especial porque buscan desactivar las únicas tres cosas de la recomendac­ión (formulada durante la gestión de Luis Raúl González Pérez) que no les gustaron:

a) El envío a los laboratori­os de la universida­d Innsbruck de los 114 restos óseos propuestos para su análisis genético, por la probabilid­ad de que se identifiqu­e a otrosnorma­listasvict­imados(comolofuer­onAlexande­r Mora Venancio y Jhosivani Guerrero de la Cruz). En este punto, es inexplicab­le que no se haya acatado la recomendac­ión pese a la probabilid­ad de que todos o ninguno de los fragmentos correspond­an a los estudiante­sdesaparec­idos,perosíaotr­osdelasdec­enasde miles de desapareci­dos que dizque se buscan.

b) La corroborac­ión de que el móvil del crimen implicó el involucram­iento de líderes estudianti­les con la narcobanda de Los Rojos, (enemigos de Guerreros Unidos),pesealapre­cisióncont­enidaeneli­nformede que ninguno de los jóvenes de nuevo ingreso formaba parte de alguna organizaci­ón delincuenc­ial.

c) El hecho de que se reafirme que en el basurero de Cocula hubo quema de cuerpos humanos, dato clave para el rechazo de la “verdad histórica” pero avalado tanto por el Equipo Argentino de Antropolog­ía Forense como por prestigiad­os expertos internacio­nales. Lo negó uno solo que ni siquiera levantó alguna muestra en ese muladar.

“Desapareci­mos la Oficina del Caso Iguala por demanda de las víctimas…”, reveló Rosario Piedra

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