Milenio

Razones del corazón

En lo alto de la torre de papel de la Mesa de Novedades un libro breve esperaba a Gil: Razones del corazón (Mangos de Macha, 2019), de Edward Dahlberg, en traducción del inglés de Antonio Saborit

- GIL GAMÉS gil.games@milenio.com

Gil cerraba la semana a tambor batiente, como un torbellino. Con fuerza inaudita caminó sobre la duela de cedro blanco y acometió a la bien llamada Mesa de Novedades. En lo alto de la torre de papel lo esperaba un libro breve: Razones del corazón (Mangos de Macha, 2019), de Edward Dahlberg, en traducción del inglés de Antonio Saborit. Dahlberg nació en Boston en 1900. Su primera infancia, cuentan sus editores ocurrió en burdel es, mataderos, vecindades y farmacias de Kansas siguiendo los caprichos os pasos de su madre. Dahlb erg trabajó como camionero, arriero y lava platos antes de ingresar ala universida­d de Berkeley. Los años de miseria y abandono marcarían su carácter soberbio y mezquino. Murió en 1977: “su prosa es uno de los secretos mejor guardados de la literatura norteameri­cana del siglo XX”. Gil arroja a esta página del directorio un puñado de aforismos.

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El pintor puede colgar sus cuadros, pero el escritor solo se puede colgar a sí mismo.

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La realizació­n de numerosos libros es gran pobreza.

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No hay una sola alma que no tenga que mendigarle a otra, ya sea una sonrisa, un apretón de manos o una mirada de entendimie­nto.

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El hombre se encierra en sí mismo cuando no tiene nada que dar.

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Un amigo debe ser un monarca, y uno u otro no se debe negar a ser el súbdito.

*** Ay del que se afana por ser querido por todos.

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Los enemigos más firmes que tengo son los que alguna vez fueron mis amigos.

*** El matrimonio, como los oráculos del tiempo de Píndaro, se ha secado.

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Todos tenemos en el alma capricho socios os que debemos matar a diario.

*** Se requiere de mucho tiempo para no entender nada.

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¿Quién tiene suficiente crédito en este mundo para pagar sus errores?

*** Nadie aceptará la sapiencia de otro porque el impulso dominante en el hombre consiste en destruirse a sí mismo.

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Cuando alguien se da cuenta de que su vida no vale nada, se suicida o viaja.

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Son pocos los que pueden aniquilar un día sin anticipar otro más que los hará igual de infelices.

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Inútil es pedirle algo a la vida pues no hay mendigo al que respete el destino.

*** El fastidio es la carga más agobiante del hombre y no hay gemido capaz de liberar el alma de semejante peso.

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El hombre sería razonable si no muriera, lo que a su vez le quitaría a la vida toda la pasión y cualquier sentido trágico.

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Mientras más viejo, más se duda de haber estado vivo una vez.

El autor fue camionero, arriero y lavaplatos antes de ingresar a la Universida­d de Berkeley

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El oscuro sentimient­o al que algunos llaman felicidad es el motín de un corazón salvaje y mortificad­o.

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La felicidad suprema del hombre común y corriente es una actividad intestinal sin contratiem­pos.

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Lo que llamamos Ahora es un fantasma fatigado del pasado.

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El fracaso es la expresión de una fuerte aversión a triunfar.

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La bondad, como la epilepsia, es un espasmo momentáneo.

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Cruel es quien sostiene que es sensible.

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Amamos nuestros recuerdos buenos, malos o vi les, porque al final de nuestras vidas no tenemos otros acompañant­e st antena cesco moloso n ellos.

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Sí: los viernes Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras el camarero se acerca con la bandeja que soporta elGlenfid di ch,Gamés pondrá a circular otro aforismo de Dahlb erg por el mantel tan blanco: El azar gobierna todos los amores y la vanidad los maldice.

Gil s’en va

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