Milenio

Ser español

- ANTONIO LUCAS

Decir «soy español» entre españoles puede ser de nuevo un arma arrojadiza. Propensos al revival, hemos vuelto a exigir que cada mujer, cada hombre, demuestre lo que es izando el patriotism­o por fuera de la piel. Que se vea. Que muestre orgullo. Sólo si pasas esa prueba serás un ciudadano fiable, de los que asoman cuando hace falta. Un español de pura cepa. Ahora estamos en temporada.

Es la vieja mecánica del fanático: calcular a ojo quién merece el jubileo terruñero. Ningún individuo debe alojar un gramo de duda, menos aún contagiarl­a. Serás un español dudoso, un enemigo, si te desinteres­as de las dos Españas. Porque son las que ves. La suya y la nuestra.

Nos espanta la vigilancia masiva de las grandes corporacio­nes. La adquisició­n fraudulent­a de datos privados para mercadear con nuestros deseos o fragilidad­es. Desconfiam­os de los móviles que apuntan a la jeta. Pero aceptamos un control mucho más lesivo con el que se convive sin el recelo necesario: el de ese conocido que pide hoja de servicio y rendimient­o en asuntos de compromiso. De lealtad. Serás más o menos español en función de los decibelios de tu último comentario. También por tu manera de disentir. Si enumeras los derrapes del gobierno en esta crisis, su torpeza, su ceguera al pactar con Bildu y las cabriolas sin porqué, serás facha para una sección de la izquierda. Si, por el contrario, rechazas la berrea de la derecha y la extrema derecha (tan armonizada­s) y denuncias su discurso rasante y esa política de bidón de gasolina, serás un rojo sulfuroso de los que barrenan España. El compás lo están marcando aquellos que confunden su verdad con su venganza y a la vez que hacen recuento van exigiendo bronca, hostias, fiesta.

Es posible ser español y rechazar este paisaje social macilento. Ser español y no tensar el solomillo con los himnos. Ser español a la contra. Rechazar la idea de reconquist­a nacional. Me temo que soy español sin darme cuenta, quizá la forma más ecológica y biodegrada­ble de serlo. Entusiasta unas veces. Avergonzad­o otras. Extraño también por la historia de inculparno­s mutuamente repitiendo la indigencia de la Historia. El ambiente es irrespirab­le. Las viejas monsergas de la cultura de raza vuelven a prender y si no tienes bando estarás náufrago perdido en un momento en que no se acepta gente sin el odio a la vista. Cada ciudadano debe estar balizado y con crotal. Las cámaras de seguridad son los otros.

El compás lo están marcando aquellos que confunden su verdad con su venganza

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