Iglesias revienta el espíritu de consenso
El vicepresidente acusa a Vox de querer «dar golpe de Estado»; pide dar voz en el diálogo al fugado Puigdemont
Alguien dijo «consenso» y todos se apuntaron. Pero la voluntad es débil y el compromiso falló. El espíritu de pacto para sacar al país del pozo que ha cavado el coronavirus saltó ayer por los aires después de que el vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias acusara abiertamente a Vox de querer dar un «golpe de Estado» pero «no atreverse» a ello, y responsabilizar al PP de todos los destrozos que ha causado la pandemia.
Iglesias compareció ante la Comisión de Reconstrucción del Congreso, creada precisamente para intentar buscar acuerdos entre las fuerzas parlamentarias, como elefante en cacharrería. Provocó el abandono de la reunión del portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros; indujo a un grave tropezón institucional al presidente, Patxi López; indignó a los populares, que se sintieron injustamente agredidos y suscitó la decepción de varios grupos minoritarios y de Ciudadanos, que esperaban profundizar en el terreno de las políticas sociales y se toparon con un repaso del proyecto ideológico de Podemos.
Citado para explicar las líneas maestras que en su ámbito de competencias considera necesarias para alentar la recuperación del país,
Iglesias prefirió desgranar el programa de su partido, que pasa por rediseñar el sector industrial promoviendo las nacionalizaciones, reformar el sistema fiscal para incluir un impuesto a los ricos, reconocer un modelo de Estado plurinacional asimétrico, intervenir el mercado de la vivienda y desmontar la reforma laboral.
Para todo eso dijo estar dispuesto a negociar con todo el mundo, incluido, precisó, un fugado de la Justicia como el ex presidente de la Generalitat Carles Puigdemont –«el líder de una formación a la que votan muchos españoles», afirmó– , y los Jordis –Sànchez y Cuixart, condenados por sedición–, que, en su opinión, son unos «demócratas».
Las tensiones entre fuerzas parlamentarias se arrastraban ya desde hace días pero aumentaron peligrosamente el miércoles en el Pleno del Congreso cuando la portavoz del PP, Cayetana Álvarez de Toledo,yelpropioIglesiasseenzarzaron en un bronco cara a cara plagadodeimproperios,acusacionesy desprecios, que culminó cuando la diputada popular –«la marquesa», en palabras de Iglesias– se refirió al vicepresidente como «el hijo de un terrorista» heredero de la «aristocracia del crimen político».
Veinticuatro horas después, el líder de Podemos ampliaba la onda expansivaretomandounargumento esbozado el día anterior cuando culpó al PP de pretender promover la «insubordinación» de la Guardia Civil por exigir explicaciones por el descabezamiento de toda la cúpula del Instituto Armado.
En opinión del vicepresidente segundo, la derecha y la ultraderecha se han fundido en un solo cuerpoquecaminahacialainvolucióny pone en riesgo la democracia. Por eso no dudó en disparar a quemarropa contra Vox, un partido al que legustaría,afirmó,«darungolpede Estado pero no se atreve».