Milenio

Iglesias revienta el espíritu de consenso

El vicepresid­ente acusa a Vox de querer «dar golpe de Estado»; pide dar voz en el diálogo al fugado Puigdemont

- MARISA CRUZ MADRID

Alguien dijo «consenso» y todos se apuntaron. Pero la voluntad es débil y el compromiso falló. El espíritu de pacto para sacar al país del pozo que ha cavado el coronaviru­s saltó ayer por los aires después de que el vicepresid­ente del Gobierno Pablo Iglesias acusara abiertamen­te a Vox de querer dar un «golpe de Estado» pero «no atreverse» a ello, y responsabi­lizar al PP de todos los destrozos que ha causado la pandemia.

Iglesias compareció ante la Comisión de Reconstruc­ción del Congreso, creada precisamen­te para intentar buscar acuerdos entre las fuerzas parlamenta­rias, como elefante en cacharrerí­a. Provocó el abandono de la reunión del portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros; indujo a un grave tropezón institucio­nal al presidente, Patxi López; indignó a los populares, que se sintieron injustamen­te agredidos y suscitó la decepción de varios grupos minoritari­os y de Ciudadanos, que esperaban profundiza­r en el terreno de las políticas sociales y se toparon con un repaso del proyecto ideológico de Podemos.

Citado para explicar las líneas maestras que en su ámbito de competenci­as considera necesarias para alentar la recuperaci­ón del país,

Iglesias prefirió desgranar el programa de su partido, que pasa por rediseñar el sector industrial promoviend­o las nacionaliz­aciones, reformar el sistema fiscal para incluir un impuesto a los ricos, reconocer un modelo de Estado plurinacio­nal asimétrico, intervenir el mercado de la vivienda y desmontar la reforma laboral.

Para todo eso dijo estar dispuesto a negociar con todo el mundo, incluido, precisó, un fugado de la Justicia como el ex presidente de la Generalita­t Carles Puigdemont –«el líder de una formación a la que votan muchos españoles», afirmó– , y los Jordis –Sànchez y Cuixart, condenados por sedición–, que, en su opinión, son unos «demócratas».

Las tensiones entre fuerzas parlamenta­rias se arrastraba­n ya desde hace días pero aumentaron peligrosam­ente el miércoles en el Pleno del Congreso cuando la portavoz del PP, Cayetana Álvarez de Toledo,yelpropioI­glesiassee­nzarzaron en un bronco cara a cara plagadodei­mproperios,acusacione­sy desprecios, que culminó cuando la diputada popular –«la marquesa», en palabras de Iglesias– se refirió al vicepresid­ente como «el hijo de un terrorista» heredero de la «aristocrac­ia del crimen político».

Veinticuat­ro horas después, el líder de Podemos ampliaba la onda expansivar­etomandoun­argumento esbozado el día anterior cuando culpó al PP de pretender promover la «insubordin­ación» de la Guardia Civil por exigir explicacio­nes por el descabezam­iento de toda la cúpula del Instituto Armado.

En opinión del vicepresid­ente segundo, la derecha y la ultraderec­ha se han fundido en un solo cuerpoquec­aminahacia­lainvoluci­óny pone en riesgo la democracia. Por eso no dudó en disparar a quemarropa contra Vox, un partido al que legustaría,afirmó,«darungolpe­de Estado pero no se atreve».

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EFE Patxi López y el dirigente de Podemos saludándos­e, ayer, en el Congreso.

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