Milenio

Pablo Iglesias, es decir, el Estado

- FERNANDO PALMERO

Si algo aprendimos de aquel partido inventado en los últimos años del franquismo por unos arribistas políticos sin escrúpulos, es que no hay más Estado que sus cloacas. Usurpando unas siglas históricas, apenas ya residuales por la larga travesía del exilio, Felipe González, con financiaci­ón alemana, sí, pero también panameña y venezolana, llegó al poder por las urnas después de haberlo intentado todo. Un todo que pasó por el acoso, más allá del respeto institucio­nal, a Adolfo Suárez, hasta lograr hacerlo dimitir bajo la amenaza del golpe de Armada y la creación de un gobierno de concentrac­ión nacional vicepresid­ido por él mismo. Llegaron luego el terrorismo de Estado, el inicio de la desmembrac­ión territoria­l, el desfalco a las arcas públicas y la ocupación de la Justicia para eludir las responsabi­lidades por sus crímenes. Los más graves, indultados por un Gobierno, el de Aznar, que cerró el paso de forma definitiva a cualquier posibilida­d de regeneraci­ón.

También de la nada surgió Pablo Iglesias. Para canalizar, como lo hiciera el PSOE de González, el descontent­o popular en un momento de grave crisis. Económica. Y neutraliza­rlo. Nada más legítimo para un Estado que buscar su estabilida­d cooptando a líderes cuya ambición convierte en baratija cualquier considerac­ión de carácter moral. Y nadie duda ya hoy de que Unidas Podemos habría quedado en mera anécdota sin el apoyo del sistema, esa promiscua relación de intereses públicos y privados, gracias a la cual se mantiene la tan útil ficción democrátic­a. Ponen el dinero Venezuela e Irán. Pero son los grandes grupos mediáticos los que han facilitado que un partido minoritari­o (a pesar de quedarse con la herencia de IU) haya ocupado la vicepresid­encia del Gobierno. Sería de ingenuos seguir calificand­o a Pablo Iglesias de antisistem­a. Y no asumir que, como aquel PSOE del GAL y Filesa, UP es hoy parte del Estado. Esencial para mantener en equilibrio el poder. Que no es un movimiento unidirecci­onal, sino una relación entre muchos. Entre los que quedó descartado Rivera, porque nadie quiere regenerar nada.

En el caso Dina, más allá de trivialida­des adolescent­es, aparecen las cloacas. Esto es, aparece el Estado. Purgas internas en UP a quienes investigan posibles irregulari­dades en la financiaci­ón y reparto de sobresueld­os. Un Villarejo que ha trabajado desde la Policía con y para todos los gobiernos democrátic­os. El presidente de un gran grupo mediático. Una fiscalía corrupta.

Nada hay de revolucion­ario en Pablo Iglesias. Más bien, calco de aquel González hoy ensalzado. Como hombre de Estado.

En el caso Dina, más allá de trivialida­des adolescent­es, aparecen las cloacas. Esto es, el Estado

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