“Los gobiernos han sido aseguradoras de último recurso”
Aunque se vislumbran tiempos de incertidumbre, el FMI perfila el segundo trimestre como el nadir de la emergencia
La actualización de las Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI) para junio no es un documento alentador. Sin embargo, contiene un punto alegre: el segundo trimestre de 2020 deberá ser el nadir (punto opuesto al cenit) de la crisis económica del covid-19. De ser así, el desafío consiste en lograr la mejor recuperación posible.
La reducción de los pronósticos del FMI desde abril es considerable, con una perspectiva de crecimiento global de menos 4.9 por ciento este año, por debajo de la proyección de abril de menos 3 por ciento. El crecimiento del próximo año se proyecta que será de 5.4 por ciento. Como resultado, se espera que la producción mundial supere ligeramente los niveles de 2019 en 2021. Sin embargo, en el cuarto trimestre de 2021, el producto interno bruto de los países de altos ingresos se mantendrá por debajo de los niveles del primer trimestre de2019.Laproduccióntambiénestarácercade5porcientopordebajodelosnivelesqueseproyectaban en las tendencias de crecimiento antes del covid-19.
Hemos estado viviendo lo que el Banco de Pagos Internacionales (BPI) en su último informe anual llama un “paro repentino global”. La Organización Internacional del Trabajo afirma que, a escala mundial, es probable que la disminución de las horas de trabajo en el segundo trimestre sea equivalente a la pérdida de más de 300 millones de empleos de tiempo completo.
El FMI subraya estas incertidumbres: la duración de la pandemia y los confinamientos nacionales o locales adicionales, el grado del distanciamiento social voluntario, la severidad de las nuevas normas de seguridad, la capacidad de los trabajadores desplazados para obtener empleo, el impacto a largo plazo de los cierres de empresas y el desempleo, el alcance de las re configuraciones de las cadenas de suministro, el probable daño a la intermediación financiera y el alcance de nuevas perturbaciones de los mercados financieros.
La respuesta de las políticas ha tenido una escala sin precedente en tiempos de paz. El FMI pronostica que la deuda pública aumentará en 19 puntos porcentuales, en relación con el PIB, este año. Las políticas de los bancos centrales no han sido menos sorprendentes. El apoyo de las autoridades fiscales y monetarias también es de naturaleza revolucionaria. Los gobiernos surgieron como las aseguradoras de último recurso. Los bancos centrales han ido mucho más allá de la responsabilidad bancaria. Donde sea necesario, asumieron la responsabilidad de todo el sistema financiero. De hecho, con sus intervenciones, entre ellos los acuerdos de intercambio con otros bancos centrales, la Reserva Federal de EU asumió la responsabilidad de gran parte del sistema financiero mundial.
Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas. Bajo la dirección de Agustín Carstens, ex jefe del banco central de México, el BPI respalda las acciones de los bancos central es. Su informe explica que estos institutos tienen dos objetivos: “evitar daños duraderos a la economía, asegurando que el sistema financiero continúe funcionando” y “restaurar la confianza y apuntalar los gastos privados”.
Este no es el final de las enormes intervenciones. Es posible que ni siquiera sea el final de su comienzo. Enormes incertidumbres nos esperan en el futuro. Pero como Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), señaló recientemente, citando a Abraham Lincoln: “La mejor manera de predecir tu futuro es crearlo”.
Entonces, ¿cómo debemos crear el futuro que debemos querer, uno en el que haya el menor daño posible y la recuperación