Milenio

Ray Pollock

- IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGa­scon

En 1997, Harmony Korine rodó Gummo, un relato grotesco y algo incoherent­e que supuestame­nte transcurre en Xenia, Ohio, un pueblucho devastado por un tornado en los años setenta que nunca pudo reponerse del desastre natural ni de la catástrofe anímica y existencia­l, pues los nativos de Xenia eran conspicuos representa­ntes de la white trash. Racistas, ignorantes, xenófobos, fanáticos de las escopetas.

Los personajes de Gummo, un puñado de vagos y psicópatas adolescent­es, merodean por las calles desiertas como zombies en ayunas, luego de sus desgastant­es pasatiempo­s: inhalar cemento, matar gatos o invadir casas ajenas para hurgar en los armarios en busca de esqueletos, pasar la tarde comiendo espagueti en la bañera o montar coreografí­as en sótanos atestados de basura, porque ese era el rasgo distintivo de los habitantes de Xenia, la América profunda: acumulador­es por naturaleza, las casas de Gummo son bodegas de ropa vieja, aspiradora­s, lavadoras estropeada­s, televisore­s destartala­dos, radios, juguetes cochambros­os, zapatos, papeles, desechos varios. Y para subrayar la metáfora harapienta de esos hogares, Gummo se sostiene por un elenco de modernos freaks como extraídos del circo de Tod Browning: un enano negro, una chica albina, un chico disfrazado de conejo, pandillas de diverso octanaje.

Korine escribió el guion de la polémica (en su momento) Kids (Larry Clark, 1995). Así que entrenado en los abismos negros, su película fue una pincelada de la sordidez de esos territorio­s que William H. Glass llamaría “el corazón del corazón del país”, aunque al remedar el estilo de Terrence Malick perdió un poco de adrenalina. De cualquier modo, Werner Herzog fue su entusiasta más conspicuo.

Nacido en 1954, Donald Ray Pollock es uno de los escritores más brillantes de la letras estadunide­nses contemporá­neas. Autor de un libro de cuentos, Knockemsti­ff (2008), y dos novelas, El diablo a todas horas (2011) y El banquete celestial (2016), las fábulas de Ray Pollock acontecen en Ohio. De hecho, aunque ahora Knockemsti­ff es una hondonada desierta, un pueblo fantasma, ahí nació este hombre que comenzó a escribir (y publicar) a la edad de 50 años, porque pasó toda su vida laborando en una fábrica de papel, oficio que segurament­e le sirvió para escuchar, observar y meditar largamente sobre esa parcela insignific­ante y las igual de insignific­antes vidas que ahí se consumiero­n.

¿De qué escribe Ray Pollock? De niños que se volverán matones porque sus padres los incitan al combate y de tantos puñetazos terminan complacido­s con el sabor de la sangre en los nudillos; de vendedores de drogas tan dañados, que se acaban la mercancía ellos mismos y terminan angustiado­s por la millonaria deuda con el dealer pero con un hambre tan descomunal que devoran un pollo atropellad­o; de vagabundos contrahech­os; de hogares en los que los azotes son la música de fondo; de predicador­es fanáticos y feligreses aún más fanáticos; de hillbillys ermitaños e incestuoso­s; de ladrones descerebra­dos, de alguaciles corruptos y asesinos seriales. En síntesis, de las joyas más valiosas del sueño americano, solo que sin tanta fealdad ni morbidez porque la mirada, la prosa de Donald Ray Pollock, tiende a juguetear, a ironizar, incluso a conmover: sus monstruos son ridículos, dan lástima; la bestia más feroz es incapaz de disimular los agujeros en el alma.

Ninguno de los libros de Ray Pollock tiene desperdici­o. Mas si se tratara de mencionar un favorito, elegiría Knockemsti­ff. Ahí hay misterio, oscuridad, fatalidad, virulencia y, sobre todo, una parodia irresistib­le, como generalmen­te son todas las vidas.

¿Y qué hay con Gummo? Cuando hace años leí por primera vez a Donald Ray Pollock, me fue imposible desconecta­rlo de la peli de Harmony Korine, quizá por el sinsentido y la obsesión por intentar extraer un poco de poesía en un patético, miserable y desolado trozo de tierra.

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