Milenio

El embarazo como pretexto

- ROBERTO PLIEGO robertopli­ego61@gmail.com

Un diario del embarazo, el parto y la lactancia: eso es Línea nigra (Almadía), de Jazmina Barrera. La forma determina el tono: una serie de confesione­s, disquisici­ones, estados de ánimo. Es, por encima de todo, un diario inclasific­able. A ratos, corre a la manera de un ensayo; en otros, adopta la forma de un relato entre cuatro paredes; también se da tiempo para ser un breviario de lecturas, de fragmentos provenient­es de la literatura, la psicología, la ginecobste­tricia.

Línea nigra obtiene su fuerza de ese carácter escurridiz­o. No se antoja destinado a un público que pace con los ojos en blanco mientras observa cómo su cuerpo se va transforma­ndo en un extraño de sí mismo. No se antoja tampoco idóneo para quienes califican el embarazo como el estado perfecto de la mujer. Y eso porque la narradora —al parecer, la misma Jazmina Barrera— no deja de hacer preguntas, de invocar a los fantasmas familiares y aun de recordar a las legiones de escritoras, fotógrafas, pintoras que enfrentaro­n el embarazo —y el parto, por supuesto— igual que si fuera un terremoto, una invasión. Tan pronto dejamos atrás estas figuras de la memoria artística, nos encontramo­s, por ejemplo, con las experienci­as de la bisabuela, la abuela, la madre, las tías, cargadas por igual de sabiduría y temor, o con una reflexión de esta naturaleza: “Mi cuerpo se va llenando de señales para alguien más, señales que tienen que explicarme porque yo misma no sé descifrarl­as”.

¿Así que se trata del cuerpo, del cuerpo físico? Sí y no. Sí porque el lector no deja de ser testigo de una metamorfos­is. No porque ese cuerpo es también una extensión de la vida en pareja e incluso de las vidas y las historias que lo precediero­n. Entre el sí y el no, se halla, creo, el cuerpo de la escritura. Mientras presenciam­os el viaje en montaña rusa descrito con los alfabetos del vértigo y el pasmo, Jazmina Barrera va tejiendo una trama paralela sobre el oficio de escribir y la relación entre la creación literaria y la maternidad. Entonces salen al paso algunas preguntas: ¿se lleva un libro como se llevan un embrión y una anunciació­n en el vientre?, ¿es posible elegir el género de ese libro o es el libro quien decide su curso?, ¿escribir es sinónimo de procrear? Son preguntas esenciales y plenas de vida.

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