Una Suprema Corte con Mayúsculas
La resolución de la Suprema Corte sobre la consulta ciudadana para juzgar a los ex presidentes causó gran impacto entre juristas y analistas, al grado que muchos intelectuales aseguran que con ese fallo el lopezobradorismo concluyó el proceso de captura del Estado, es decir, con el Congreso de su lado solo le faltaba cooptar a los ministros.
El fallo no le gustó al otrora círculo rojo. De haber rechazado la constitucionalidad de la consulta hubieran aplaudido a la Corte —con mayúsculas—, como no fue así entonces menosprecian la capacidad de los ministros que ganaron la votación, los acusan de corte-sanos, de seguir “la línea” marcada por el Presidente y usan las minúsculas para reducir a la “corte”.
Por eso les gustó tanto la argumentación del ministro Javier Laynez con su frase efectista “la ley no se consulta”.
La Corte “se está politizando”, dicen. “No se apega a la Constitución”, alegan y se olvidan que el máximo tribunal constitucional está para eso, para interpretar la Carta Magna y les guste o no el fallo, esa es la interpretación constitucional válida, no la que suponen desde sus cubículos.
Cuando se habla del Derecho, de la Corte y de la Justicia —con mayúsculas—, esos intelectuales imaginan conceptos separados de la política y de las condiciones históricas, como algo etéreo, impoluto y sacrosanto.
Politizar es un término que les saca salpullido a los juristas y exégetas de la Constitución que se la imaginan resguardada en una torre de marfil, en medio de una sala con un silencio propio de la Historia —con mayúsculas de nuevo.
Lo que hizo el ministro Arturo Zaldívar, en cambio, es realizar una lectura político-jurídica de la consulta, no aislar la discusión a un mero alegato legal, como buscan reducirla desde una perspectiva ahistórica los defensores a ultranza de la Constitución.
Esos que “defienden” la pureza de la Constitución suelen ignorar que nuestra centenaria Carta Magna ha tenido más de 700 modificaciones en sus 136 artículos desde que fue promulgada en 1917. La mayoría de esos cambios, por cierto, realizados en los años que gobernaron los ex presidentes a los que se busca juzgar.
La justicia en abstracto no existe, hay juristas que pretenden reducirla a un ámbito excluyente de la realidad en la que se origina. Sin coyuntura histórica, sin contexto político, sin lectura social, de nada sirve el derecho que se refugia en interpretaciones técnico-jurídicas que solo disfrazan las posiciones políticas implícitas en todos los ministros, sean conservadores o liberales.
Les convendría leer el ensayo clásico de Ferdinand Lasalle ¿Qué es una Constitución? para entender que se trata de un cuerpo jurídico que expresa los arreglos sociales de una época determinada y, en particular, los factores reales de poder.
Falta mucho a esos intelectuales entender que la realidad política afecta a todos los ámbitos de la vida. Y no hay que confundir Política —con mayúsculas— con la politiquería. Ahí está la clave para usar bien las mayúsculas.
Bienvenida esta Suprema Corte —con Mayúsculas.
Suelen ignorar que nuestra centenaria Carta Magna ha tenido más de 700 modificaciones