“La encíclica del papa Francisco y su eventual destinatario”
Nos faltan cuatro años para que concluya el sexenio. El discurso de odio crece. Estamos atrapados entre dos grandes bandos que hacen ruido y mucho daño.
Las descalificaciones ganan terreno. Son dardos envenenados que no solo impactan a contrincantes electorales. Los señalamientos ponzoñosos también hieren a quienes —sin ser propagandistas proAMLO o antiAMLO — simplemente opinan. Hay azuzadores en ambos grupos, comenzando por quienes están de un lado y del otro de la Puerta Mariana.
Varios más son fáciles de identificar, con nombre y apellido. Hay personajes que no ocultan su beligerancia, pero violentan bajo el disimulo de la causa buena.
Como ferviente defensora del Estado laico —y siendo crítica de las estructuras verticales, patriarcales, opacas y de las aberraciones cometidas por las iglesias— leí, con sana distancia, la encíclica del papa Francisco sobre la fraternidad y la amistad social.
Es un documento que vale la pena revisar, independientemente si se es creyente o no, o si se comparte todo lo ahí expuesto. Es un texto sencillo y claro, con reflexiones profundas.
El punto 15, por ejemplo, bajo el subtema “Sin un proyecto para todos”, indica: “la mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza
“Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y opinar”
constante, aun disfrazada detrás de la defensa de algunos valores. Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizar, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se reduce a la prepotencia del más fuerte. La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino solo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación”.
¿En qué o en quiénes pensaron al leer este fragmento?
Yo también. Nos queda seguir construyendo.