Milenio

Una familia de diez

- ÁLVARO CUEVA alvaro.cueva@milenio.com

No perdamos nuestra capacidad de asombro: el domingo pasado sucedió algo tremendo en la televisión abierta privada de este país. Vimos el final de la cuarta temporada de Una familia de diez y ahí mismo, inmediatam­ente después, el estreno de la quinta temporada.

Fue el cañonazo del domingo, el más grande éxito del fin de semana, el fenómeno del que millones de mexicanos hablaron. ¿Así o más claro que volvemos al origen? ¿Así o más claro que en tiempos de crisis, el humor es fundamenta­l?

¿Qué tiene esto de tremendo? Primero, la confirmaci­ón de que la televisión abierta sigue siendo la ventana más importante, la más poderosa, de todas las que integranla­industriad­elatelevis­ión.

Segundo, que la familia Ortiz de Pinedo sigue demostrand­o que domina el lenguaje de la verdadera televisión abierta. Esto es lo que se tiene que hacer ahí. No series tipo Netflix, no reality shows tipo cable.

Tercero, el reposicion­amienmodo, to de la comedia como género de expresión dramática. Cada vez hay más personas hablando con respeto de nuestros comediante­s. Pero, ojo, insisto, en tv abierta, el humor de tv abierta, el humor de Una familia de diez.

Lo invito a que se meta a Blim y analice estos dos programas. Son una cátedra de lo que se debe hacer en una señal como la de Las Estrellas. Son grandes actores de ayer, de hoy y de siempre, contándono­s una historia de familia con magníficos personajes para todos los perfiles de audiencia habidos y por haber, inyectándo­le gags y ritmo.

Por si esto no fuera suficiente, como el eje dramático era todo lo que pasaba antes, durante y después de una boda que no le voy a platicar para no arruinarle la experienci­a, el resultado se volvió doblemente entrañable.

Fíjese lo que le voy a decir por sí está muy grueso: Una familia de diez se ha convertido en el nuevo espejo de la sociedad mexicana. Esto no sucedía desde los tiempos de la vecindad de El Chavo.

Es un tema que amerita una enorme felicitaci­ón, pero también un análisis muy profundo. No se trata sólo de reír, se trata de entender con lo que nos estamos riendo y esto solo sucede muy de vez en cuando en la televisión abierta nacional. ¿O usted qué opina? ¡Felicidade­s!

El programa de Ortiz de Pinedo se ha convertido en el nuevo espejo de la sociedad mexicana

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ESPECIAL La emisión fue el cañonazo del domingo.
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