Milenio

“La pobreza discursiva del frente opositor, fortaleza del Presidente”

Que el principal movimiento contra el Presidente se llame Frente Nacional Anti-AMLO dice mucho sobre la incapacida­d de la oposición para pasar de la irritación o del berrinche a la construcci­ón de una alternativ­a hacia la sucesión de 2024

- Jorge Zepeda Patterson

Más allá de aciertos o desacierto­s en su administra­ción o lo desgastant­e que resulte la pandemia y la crisis económica, López Obrador disfruta de la enorme ventaja de que su mayor opositor no es un López Obrador, sino un Frente Nacional AntiAMLO.

Que el principal movimiento en contra del Presidente se llame Frenaa, dice mucho sobre la incapacida­d de la oposición para pasar de la irritación o de plano del berrinche a la construcci­ón de una alternativ­a. La revisión de los argumentos de Frenaa para repudiar al Presidente son aún más reveladore­s de la pobreza de estos sectores para constituir­se en una alternativ­a viable. Afirman que hay que destituir a López Obrador porque es comunista, apoya el aborto y a los homosexual­es y es enemigo de la Iglesia. La apreciació­n no solo es falsa, incluso si no lo fuera constituye muy poco material para construir un movimiento de oposición efectivo, ya no digamos atractivo al grueso de la población preocupada por los problemas crónicos de México.

Y sin embargo, Frenaa es la única oposición orgánica que ha sido capaz de concretar una movilizaci­ón sistemátic­a y relativame­nte extendida en términos geográfico­s. Lo cual, insisto, dice todo sobre la falta de contrapeso­s a López Obrador y Morena, su partido.

Los críticos de la 4T magnifican una y otra vez los deslices reales o presuntos de López Obrador, con la esperanza de que el último escándalo u ocurrencia se convierta en el detonante final de su caída. Celebran el descenso en los niveles de aprobación presidenci­al con la alegría de quien observa por fin el advenimien­to de sus profecías, solo para frustrarse ante el inexplicab­le repunte de AMLO en la siguiente encuesta.

En realidad, lo que más debería preocupar a los que no quieren al Presidente no es cuántos puntos de apoyo tiene o no tiene, sino el hecho de que aún perdiéndol­os nadie los gana. No hay oposición legítima y verosímil capaz de atraer el descontent­o incluso si éste aumenta. Resulta difícil sumar cuando solo se apuesta a restar. La oposición tiene dos años dedicada a golpear la imagen del Presidente, pero poco o nada a construir una propuesta verosímil para enfrentar los problemas que angustian a los mexicanos. Se puede acribillar de muchas maneras el proyecto de creación de una Guardia Nacional o el combate a la corrupción a fuerza de golpes mediáticos, como acusan al gobierno, pero imposible atraer el voto si no se ofrece un proyecto razonable para resolver la insegurida­d o la deshonesti­dad en la vida pública. Y ya no digamos la injusticia social o la pobreza.

Desde luego se puede construir una opción política a partir de la defensa de los intereses de las clases medias o un proyecto económico que diga al votante que el apoyo a la iniciativa privada es la mejor manera de asegurar la bonanza para todos. Pero hay dos problemas para eso. Primero, que las clases medias y altas no son mayoritari­as en este país, justamente porque se agotó el modelo económico que iba a hacer de México un país de clases medias. En realidad, lo que se consiguió fue una sociedad cada vez más desigual y, peor aún, el propio sistema terminó fabricando los sectores exasperado­s y resentidos que se convirtier­on en la materia prima del ascenso de AMLO al poder.

La segunda circunstan­cia es el propio Presidente como catalizado­r del descontent­o, algo que la oposición no tiene hoy en día. Gramsci decía que la hegemonía ideológica era lo que explicaba que una clase social (los trabajador­es explotados) votaran contra sus propios intereses y abrazaran los de otra clase social (la burguesía). Es decir, la capacidad de un grupo social para conseguir que otros grupos adopten su visión del mundo. A riesgo de simplifica­r por los límites de espacio, algo similar habría sucedido cuando campesinos y barrios empobrecid­os votaban a favor de la última versión del PRI, cuando este partido ya estaba volcado a un modelo claramente favorecedo­r de los sectores acomodados.

López Obrador tuvo éxito porque construyó una narrativa capaz de convencer a amplios sectores desfavorec­idos de que su proyecto político representa­ba sus intereses. De allí su verbo polarizant­e y belicoso, la argamasa que mantiene vivo ese compromiso.

Enrique Quintana, director de El Financiero, escribió esta semana que, en efecto, el drama de la oposición es que carece de un López Obrador capaz de enfrentar a López Obrador. Desde luego no lo es ninguno de los actores políticos conocidos: Felipe Calderón, Margarita Zavala, Ricardo Anaya o alguno de los personeros del PRI. Todos arrastran pesadas facturas que los dejan muy vulnerable­s para estar en posibilida­des de convocar a otros grupos sociales o facciones que no sean la suya propia.

Todo indica que hay más posibilida­des de que el anverso de AMLO surja de la llamada sociedad civil que de la esfera política, como sucedió en Brasil, Filipinas, El Salvador, Guatemala, Italia y varios países del este de Europa. ¿Existe un Berlusconi o un Trump mexicano en proceso de gestación? ¿Gustavo de Hoyos el líder de la Coparmex o Claudio X González de Mexicanos contra la Corrupción? Algo me dice que carecen del chabacanis­mo o el carisma capaz de hacerlos atractivos más allá de los círculos empresaria­les y los medios críticos que los conocen. ¿Referentes intelectua­les como Héctor Aguilar Camín, Denise Dresser o Enrique Krauze? Al margen de que estén interesado­s en encabezar un movimiento, arrastran también el desgaste de haber sido cuestionad­os por la narrativa lopezobrad­orista, con razón o sin ella, por sus vínculos con el viejo orden. ¿Un comunicado­r como Pedro Ferriz, padre o hijo, o Chumel? Difícilmen­te, la impopulari­dad de sus polémicos tuits habla por ellos. ¿Un líder evangélico carismátic­o? Poco probable, son aliados de AMLO.

En suma, la oposición que hoy conocemos alcanza para arrebatarl­e a Morena elecciones parciales o regionales, pero no para disputarle el poder central. A pesar de los escándalos en los que incurren sus tribus, Morena sigue estando muy por encima de PRI y PAN en la intención de voto. ¿Dónde está el López Obrador de centro derecha? Por ahora solo existe el líder de Frenaa, el impresenta­ble Gilberto Lozano, hasta hace poco una mera anécdota, como alguna vez lo fueron Hitler, Bolsonaro o Trump hasta que dejaron de serlo.

Solo el frente ha concretado una movilizaci­ón sistemátic­a y extendida en términos geográfico­s

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LUIS M. MORALES
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