¿Y los países exitosos? ¿Qué son?
La lapidaria condena del neoliberalismo que lanzan los apóstoles de la 4T no distingue fronteras ni latitudes ni categorías ni condiciones particulares. Hace tabula rasa de todos. A unos y otros los coloca en el apartado de los sufridos, de los damnificados, de los agraviados. Los únicos beneficiarios serían unos cuantos —los de arriba, obligadamente minoritarios— y el resto de los individuos de la especie serían víctimas de un modelo depredador y esencialmente injusto.
Y sí, el capitalismo no es una doctrina precisamente compasiva y promueve abiertamente la ambición de los hombres (o, por lo menos, la reconoce como una fuerza que los mueve a emprender acciones para poseer más bienes, para atesorar objetos y alcanzar más placeres a través del desenfadado disfrute de lo material). Pero, al mismo tiempo, los procederes del libre mercado se sujetan a reglas muy estrictas. El comercio está regulado, la competencia entre los diferentes actores económicos se garantiza gracias a la supervisión de agencias y organismos gubernamentales, los derechos de los consumidores se aseguran de la misma manera, los propios trabajadores merecen la protección de las leyes y el Estado participa activamente cuando su intervención es necesaria.
No es en manera alguna un modelo perfecto. Hay países, sin embargo, que han alcanzado admirables niveles de desarrollo social y cuyas poblaciones exhiben incuestionables niveles de felicidad gracias a ese mismo sistema. El primer componente de la receta, en los casos de estas naciones exitosas, es la preeminencia de la ley por encima de los intereses particulares y la existencia de un aparato público capaz de procurar justicia a todos los ciudadanos por igual.
El capitalismo salvaje no tiene lugar alguno en las sociedades democráticas avanzadas y es precisamente esa versión del libre mercado, desregulada e impune, la que hemos padecido aquí, en un país sin reglas claras sojuzgado por politicastros saqueadores y empresarios abusivamente amparados por el poder político gracias a las complicidades que han logrado tejer. El “neoliberalismo” no es eso. Es una cosa bien diferente. Pero, bueno, la edificación de nuevos mitos necesita siempre de un enemigo a vencer.
El capitalismo salvaje es la versión que hemos padecido aquí