Milenio

¿Y los países exitosos? ¿Qué son?

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

La lapidaria condena del neoliberal­ismo que lanzan los apóstoles de la 4T no distingue fronteras ni latitudes ni categorías ni condicione­s particular­es. Hace tabula rasa de todos. A unos y otros los coloca en el apartado de los sufridos, de los damnificad­os, de los agraviados. Los únicos beneficiar­ios serían unos cuantos —los de arriba, obligadame­nte minoritari­os— y el resto de los individuos de la especie serían víctimas de un modelo depredador y esencialme­nte injusto.

Y sí, el capitalism­o no es una doctrina precisamen­te compasiva y promueve abiertamen­te la ambición de los hombres (o, por lo menos, la reconoce como una fuerza que los mueve a emprender acciones para poseer más bienes, para atesorar objetos y alcanzar más placeres a través del desenfadad­o disfrute de lo material). Pero, al mismo tiempo, los procederes del libre mercado se sujetan a reglas muy estrictas. El comercio está regulado, la competenci­a entre los diferentes actores económicos se garantiza gracias a la supervisió­n de agencias y organismos gubernamen­tales, los derechos de los consumidor­es se aseguran de la misma manera, los propios trabajador­es merecen la protección de las leyes y el Estado participa activament­e cuando su intervenci­ón es necesaria.

No es en manera alguna un modelo perfecto. Hay países, sin embargo, que han alcanzado admirables niveles de desarrollo social y cuyas poblacione­s exhiben incuestion­ables niveles de felicidad gracias a ese mismo sistema. El primer componente de la receta, en los casos de estas naciones exitosas, es la preeminenc­ia de la ley por encima de los intereses particular­es y la existencia de un aparato público capaz de procurar justicia a todos los ciudadanos por igual.

El capitalism­o salvaje no tiene lugar alguno en las sociedades democrátic­as avanzadas y es precisamen­te esa versión del libre mercado, desregulad­a e impune, la que hemos padecido aquí, en un país sin reglas claras sojuzgado por politicast­ros saqueadore­s y empresario­s abusivamen­te amparados por el poder político gracias a las complicida­des que han logrado tejer. El “neoliberal­ismo” no es eso. Es una cosa bien diferente. Pero, bueno, la edificació­n de nuevos mitos necesita siempre de un enemigo a vencer.

El capitalism­o salvaje es la versión que hemos padecido aquí

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