Pandemia y depresión
La pandemia del covid-19 ha producido una ola de depresión en todo el mundo. Ha reducido o eliminado el trabajo fuera de la casa; ha suprimido las clases en las escuelas; ha limitado los servicios religiosos en los templos. El confinamiento, a su vez, ha agravado en la sociedad los sentimientos de soledad y depresión. ¿Habrá entonces una explosión de suicidios en el mundo? Es demasiado pronto para saberlo, pues las estadísticas al respecto son hechas públicas tras un periodo normalmente de dos años. Todavía no tenemos el cuadro del suicidio en los tiempos del covid-19. Pero los signos son ominosos.
Es el tema de un reportaje publicado en The Economist. Sondeos hechos este verano en Estados Unidos encontraron que uno de cada diez de los encuestados consideró seriamente el suicidio durante el mes anterior: el doble de las personas interrogadas hace dos años. Una compañía de Nueva York llamada Talkspace, que ofrece terapia en línea, afirma que sus sesiones han aumentado 250 por ciento durante la pandemia y que el número de pacientes con severa ansiedad ha crecido en 40 por ciento, lo cual representa un salto sin precedentes en sus nueve años de servicio.
La situación es similar en otras partes. En Japón, por ejemplo, el pasado mes de agosto fueron registrados mil 849 suicidios, un salto de 15.3 por ciento respecto al mismo periodo del año pasado. En Nepal, de acuerdo con la policía, ha ocurrido un incremento de alrededor de 20 por ciento en la tasa de suicidios durante la pandemia. En Tailandia, las autoridades temen que cerca de 9 de cada 100 mil tailandeses se habrán quitado la vida en este año.
¿Cuáles son los grupos más vulnerables? Uno es el de las personas que pierden su empleo y su ingreso. Otro es el de los adolescentes.
Es clara la correlación entre el desempleo y el suicidio, sobre todo en el caso de los hombres. “Un estudio en la revista médica The Lancet demuestra que un crecimiento de uno por ciento en la tasa de desempleo equivale a un incremento de 0.76 por ciento en la tasa de suicidios en Europa y un aumento de 0.99 por ciento en América, donde los seguros de desempleo son menos generosos y las armas de fuego son más accesibles”.
Otro grupo vulnerable es el de los jóvenes. Han sido aislados y confinados, y forzados a pasar la mayor parte de su tiempo frente a una pantalla. Con el cierre de las escuelas y las universidades, su contacto con otras personas ha sido cortado por completo. La consecuencia ha sido un incremento de su dependencia hacia las redes sociales. Pero hay que decir que los smartphones y las redes sociales son identificados como una de las causas más importantes del incremento del suicidio entre los adolescentes (“entre los jóvenes americanos, la tasa de suicidios ha subido más de 50 por ciento desde que el iPhone fue introducido en 2007”, afirma The Economist). La razón es simple: las redes sociales provocan comparaciones indeseables, fomentan al acoso y amplifican los errores y los defectos.La pandemia ha causado cientos de miles de muertes; ha provocado el colapso de las economías en todo el mundo. También ha socavado la salud mental de las personas, sobre todo las más jóvenes