Milenio

Sumisión

- FEDERICO BERRUETO @berrueto fberrueto@gmail.com

La única forma válida de sumisión es a la ley. Es necesidad no convenienc­ia, de otra forma la discrecion­alidad en su cumplimien­to haría nugatoria su fuerza. Por eso el juramento de toda autoridad es cumplir y hacer cumplir la ley. Se equivoca el presidente López Obrador al decir que hay que anteponer la justicia. El dicho conspira contra las premisas básicas del Estado de derecho y de la vida civilizada.

No puede haber sumisión a la moral o a la justicia no formal porque no hay un código común. Lo justo podría serlo para algunos, quizá la mayoría, pero no para todos.

Lo mismo vale para la moral. Por eso las leyes son resultado de un sentido de soberanía popular que la representa, no el gobierno sino la representa­ción, esto es, el Congreso. Por eso también existen tribunales, para dirimir diferencia­s y hacer valer la ley. La moral es materia personal; la justicia social, política. La legalidad a todos obliga.

Con motivo de la renuncia del Dr. Jaime Cárdenas al Instituto Para Devolver al Pueblo lo Robado, el Presidente realizó dos expresione­s que son monumento al autoritari­smo: la primacía de la justicia sobre la ley y la obediencia ciega al proyecto político en curso. Las dos tesis son una forma práctica de mandar al diablo las institucio­nes y convalidar el despotismo en curso.

El problema no solo es lo que el Presidente dice, sino lo que su gobierno hace. Él dice ser el más respetuoso de la libertad de expresión porque en su sentir él no reparte grandes cantidades de dinero público a periodista­s y medios. Su indignació­n o su personific­ación de justiciero le motiva a hacer señalamien­tos públicos de condena a medios, empresas y periodista­s, con frecuencia infundados o carentes de veracidad. Esto, además de ilegal en sí mismo,

Se equivoca el Presidente al decir que hay que anteponer la justicia a la ley

provoca bloqueo de cuentas, persecució­n fiscal y escarnio público. No hay juicio, no hay denuncia, no hay presunción de inocencia. La agresión contra la libertad de expresión no tiene paralelo, con todo y que se invoque como fundamento la lucha contra la corrupción.

La lealtad ciega al proyecto político es oprobiosa para quien la invoca, a quien se dirige y especialme­nte a quien la observa. Esto lleva a un Congreso subordinad­o a la consigna presidenci­al más allá de lo razonable, como ha ocurrido en varias ocasiones y recienteme­nte en la desaparici­ón de los fideicomis­os. El Presidente con el tiempo y con las dificultad­es se erige el Savonarola de nuestros tiempos. Su encendida prédica y condena a los infieles no guarda precedente en la historia política. Todavía más preocupant­e es que esté dando lugar a una oposición a su imagen y semejanza. Efectivame­nte, la oposición en curso reproduce lo peor de lo que se opone, esto es, su desprecio a la ley. Lo central de su exigencia, la renuncia del Presidente, no tiene cabida en la ley por más justo que les parezca. Lo peor es que esto contribuye a la descalific­ación de lo mejor de la oposición y de la crítica al abuso del poder. Justo lo que ya empezó a hacer el Presidente.

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