A risa y risa
¿Para qué sirve? ¿Cómo se originó? Sin importar genética ni contexto, los seres humanos aprendemos a reír antes de empezar a hablar, y a partir de esos momentos la risa ocupa un papel central en nuestra vida emocional
Jueves 8 de octubre de 2020. 7:15 am. Luces en la oscuridad. La Revista de la UNAM le ha dedicado su mas reciente edición a “La risa”. Un buena idea en tiempos oscuros. Entre las contribuciones, Gil encontró una que le llamó la atención: “Motivos científicos para reír en tiempos difíciles”, un ensayo escrito por Fernanda Pérez- Gay Juárez, médica y neurocientífica. Gamés leyó y subrayó:
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¿Para qué sirve la risa? ¿Cómo se originó? Sin importar genética ni contexto, los seres humanos aprendemos a reír antes de empezar a hablar, y a partir de esos momentos la risa ocupa un papel central en nuestra vida emocional. Evolutivamente, la risa se asocia con el juego, conducta presente en muchos mamíferos, y resulta fundamental para formar vínculos sociales. Nos reímos con aquellos congéneres con quienes nos sentimos cómodos, y a través de la risa compartida se solidifican las conexiones humanas. Aunque la ciencia de la risa es relativamente reciente, sus hallazgos son importantes pistas para entender las emociones, el lenguaje y los vínculos sociales, y también nos dan incentivos para seguir riendo en tiempos difíciles.
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En octubre de 2019 murió Robert Provine, el primer investigador que se interesó en la ciencia de la risa por sí misma, más allá de estudiarla como una mera expresión exterior del humor. La risa, explicaba Provine, es una conducta muy antigua, relacionada con las vocalizaciones de juego de los primates. El humor, en cambio, es un desarrollo lingüístico y cognitivo más moderno. Divulgador apasionado, Provine estaba convencido de que la ciencia de la risa debía llegar a todo tipo de público para mejorar sus vidas y dedicó su búsqueda académica a lo que él llamó un ejercicio de “neurociencia de banqueta”. Él nos enseñó, entre muchas otras cosas, que la risa es treinta veces más común en situaciones sociales que en soledad y que oír a otros reír activa rápidamente nuestros propios generadores de carcajadas, sugiriendo que nuestro cerebro posee detectores innatos para la risa.
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Desde el punto de vista de la biología, la risa se considera una vocalización emocional no-verbal, del tipo de los gritos, llamados o trinos de otras especies animales. Se manifiesta como una serie de gestos acompañados de sonidos cortos. Los análisis acústicos de una carcajada nos revelan que estos sonidos o notas (a los que nos referimos con la onomatopeya “ja”) son repetidos en intervalos regulares (“ja-ja” o “ja-ja-ja”). Cada “ja” dura aproximadamente setenta y cinco milisegundos y corresponde a una nota cuyo tono va acorde al tono de la voz: la risa femenina es más aguda, con una frecuencia promedio de 500 Hz; la risa masculina, más grave, oscila alrededor de los 289 Hz. Su musicalidad está dada por la duración de cada nota (“ja”) y de los intervalos entre ellas. Modificando estos elementos por computadora se ha podido observar que para juzgar si la risa es espontánea, voluntaria o humana no importan tanto las características acústicas de la nota “ja”, que pueden ser enormemente diversas, sino la temporalidad de sus intervalos.
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Aunque creemos tener control sobre ella, la risa es en mayor medida involuntaria. Experimentos en los que se pide a sujetos en el laboratorio que rían siguiendo órdenes han mostrado que la emisión voluntaria de la risa toma más tiempo que la emisión de lenguaje y que la risa forzada es fácilmente discernible de la risa natural. En términos evolutivos, los biólogos Gervais y Wilson sugieren que existen dos tipos de risa: la risa involuntaria o de Duchenne, que apareció en los homínidos hace aproximadamente 2 millones de años asociada al juego y el contagio de emociones, y la risa voluntaria o noDuchenne, que surgiría como una adaptación de la primera para usarse de forma conversacional, intercalada con el lenguaje.
Oír a otros reír activa rápidamente nuestros propios generadores de carcajadas
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Curiosamente, la inserción de la risa voluntaria en el discurso no es aleatoria, sino que se emite antes o después de enunciados completos. Este uso de la risa en el discurso fue bautizado por Provine como “el efecto de puntuación”. Una hipótesis para explicar este efecto es que la risa y el lenguaje compiten por el acceso al aparato fonatorio, y que cuando reímos voluntariamente damos prioridad al lenguaje antes que a la risa.
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Todo es muy raro, caracho, como diría Woody Allen: “¿Y si todo es una ilusión y nada existe? En tal caso, he pagado demasiado por la alfombra.
Gil s’en va