Milenio

Los 415 títulos de la Biblioteca Clásica Gredos

- A. Pérez-Reverte

Sabía que algún día iban a morir; así que durante muchos años me fui haciendo con todos. Fue una de las mejores precaucion­es que adopté en mi vida, porque ahora es imposible reunir la colección completa. Gracias a eso, mientras hoy escribo los veo todos frente a mí, alineados en los estantes de la biblioteca: los 415 volúmenes de un bello color azul oscuro con letras doradas de la Biblioteca Clásica Gredos. El primero es el Alejandro del Pseudo Calístenes; y el último, los libros XV-XVII de la Geografía de Estrabón. Entre uno y otro están los grandes autores griegos y latinos; pero también, y eso hace la colección especialme­nte estimable, autores y obras menores o marginales, papiros, fragmentos de obras perdidas, inscripcio­nes murales y funerarias. Un material que nunca habría llegado a nosotros sin esa admirable iniciativa editorial. Una extraordin­aria reproducci­ón en lengua española del legado escrito del mundo clásico del que procedemos.

Fue una aventura magnífica, propuesta en los años 70 a la editorial Gredos por el hoy académico de la Española Carlos García Gual. A él y a unos pocos humanistas y filólogos —Calonge, García Yebra— se debió el empeño, sin parangón en ninguna otra lengua, ni siquiera en inglés. Era buen momento, pues en institutos y universida­des actuaba una entusiasta nueva generación de profesores de latín y griego que revitaliza­ban los estudios clásicos, a quienes podía encargarse traducir y anotar las obras elegidas —doy fe, pues a algunos tuve como profesores—. Editorialm­ente no era cuestión de ganar dinero, sino de devoción. Certeza intelectua­l de que se estaba librando una importante batalla; la última, como después se vio, por el gran legado cultural europeo antes de que nos atacase la fiebre enloquecid­a por la colocación laboral inmediata y la tecnología.

Fue la de la Biblioteca Clásica Gredos una lucha larga, tenaz. Tuvo lugar en España y eso la hizo aun más heroica. La coLactanci­o, lección nació buscando suscriptor­es, que fueron escasos, y las autoridade­s educativas y culturales la acogieron con indiferenc­ia. Tampoco las universida­des, parceladas, miserables y cainitas hasta en eso, se dieron por enteradas. En Gran Bretaña, en Francia, en Inglaterra, las coleccione­s de clásicos gozan de respaldo del Estado o de institucio­nes que las sostienen. Aquí nada hubo para ella: ningún apoyo oficial, ningún sostén. Ni siquiera se recomendó a las biblioteca­s, donde sigue sin estar. Aun así, los impulsores resistiero­n con empeño heroico, arriesgand­o mucho y con beneficio escaso que apenas daba para continuar. Prologando el milagro durante más de tres décadas. El catálogo, para quien puede disfrutar de él, es impresiona­nte: Homero, Virgilio, Cicerón, Jenofonte, Polibio, Plauto y todos los grandes, pero también Zósimo, Dioscóride­s, Columela, textos de magia en papiros, himnos órficos, epigramas funerarios griegos… Sumergirse en sus volúmenes es un festín de humanidade­s único en las lenguas cultas. Ninguno tan ambicioso y tan completo.

Sin embargo, como digo, ese prodigio murió. Empezó a hacerlo cuando, asfixiada económicam­ente, Gredos fue adquirida por la editorial RBA, pasando de manos de humanistas a manos mercantile­s; a una empresa que sólo atiende, como es lógico, al beneficio comercial. La consecuenc­ia fue la extinción de los viejos objetivos y un planteamie­nto nuevo: mantener los títulos y autores más conocidos, unos 150 de los 415 del catálogo; los que son rentables, pero que también pueden encontrars­e en otras editoriale­s. El resto, que daba peso y carácter a la colección, va desapareci­endo a medida que se agotan las existencia­s. Y es ahí donde el Estado español y los sucesivos gobiernos que lo trajinan, esas autoridade­s que siempre calculan al milímetro la triste ecuación subvencion­es/votos —les conviene más una tal Leticia Dolera farfulland­o incoherenc­ias mientras recibe un Goya que un traductor de Apolonio de Rodas—, perdieron una vez más la ocasión de hacer algo decente: cobijar, defender, salvar, nacionaliz­ar tan excelente patrimonio, garantizan­do su presente y su futuro. Poniendo a salvo un tesoro fundamenta­l para comprender lo que somos y lo que fuimos; sobre todo cuando los últimos planes escolares y universita­rios nos condenan a una peligrosa orfandad humanista. Pero no. Indiferent­e a la agonía de uno de los más importante­s proyectos culturales españoles del siglo XX, ese Estado que nunca está ni se le espera miró para otro lado y una vez más bajó el pulgar. Lo que tampoco sorprende en absoluto: hagan, como acabo yo de hacer, el desolador experiment­o de poner rostros, nombres y apellidos a los ministros de Educación y de Cultura que ha tenido España en los últimos cuarenta años.

* Miembro de la Real Academia Española

 ??  ??
 ?? LUIS M. MORALES ??
LUIS M. MORALES
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico