Para un nuevo canon
La respuesta que mi amigo obtuvo de sus alumnos fue notable. Los que se oponían a la mención del canon terminaron rellenando su cánula con lo mismo, pero sin condimento: un canon más pobre. No importa, es un primer paso: la actitud cambió cuando dejaron de ser recipientes, clientes, alumnos y se vieron ante la perspectiva de ofrecer, proponer, convencer al comprador.
Y es que los universitarios tienen ese lugar de clase ociosa; son improductivos y caros. Ocupan el lugar que ocupaban los soldados en los antiguos desarrollos imperiales: para formar un ejército, el Estado secuestra a los jóvenes, que son los más fuertes y costosos de mantener y no producen nada, excepto esperanza y confianza en la supervivencia y el crecimiento. Igual que los universitarios. Una numerosa población de estudiantes es necesaria para el crecimiento económico, entre otras cosas.
Pero, desde su lugar de recipientes, sin entrar en las batallas que les esperan, los universitarios de buena parte del mundo han comenzado a jugar a la deturpación de los símbolos. Como si hubieran decidido darle muerte a la lógica, la gramática, la astronomía, la música, la retórica y la dialéctica. Las siete artes liberales que dieron origen en la Edad Media a las universidades. La gnoseomaquia es la más nueva disciplina universitaria. No produce nada, todavía. Pero esperamos pronto la aparición de una lengua nueva, en la que sea imposible herir sentimientos propios y de otros; una aritmética de resultados insólitos y emocionantes, y una música de inauditas armonías. Qué nervios.