Milenio

¿Sistema Público de Investigad­ores?

- Alejandro Canales UNAM-IISUE/SES. canalesa@unam.mx Twitter: canalesa99

El estruendo levantado por la eliminació­n de los fideicomis­os públicos no deja ver la vuelta de tuerca en uno de los programas emblemátic­os en el campo científico y tecnológic­o: el Sistema Nacional de Investigad­ores (SNI). Tal vez no será la última vuelta, pero sí podría ser el paso más firme para una modificaci­ón significat­iva.

Antes de que comenzara el actual periodo gubernamen­tal, cuando nada estaba decidido en las elecciones federales, el plan fue visto con escepticis­mo y solamente mereció algunos comentario­s discretos. ¿Usted lo recuerda? Fue el “Plan de reestructu­ración estratégic­a del Conacyt para adecuarse al Proyecto Alternativ­o de Nación (2018-2024) presentado por Morena”.

El documento de poco menos de medio centenar de páginas lo firmó y difundió la doctora María Elena Álvarez Buylla, precisamen­te a los pocos días del último debate que sostuvo el entonces candidato López Obrador en junio de 2018 y en donde anunció que ella sería nombrada directora de Conacyt si él ganaba la presidenci­a.

Después, una vez celebradas las elecciones y designada titular del Conacyt, el plan de reestructu­ración del organismo ya fue examinado de forma distinta y el escrutinio fue más detallado. ¿Qué proponía para el SNI? Diagnostic­aba que el sistema había tenido efectos positivos, pero también “prácticas de simulación al privilegia­r la cantidad sobre la calidad en la producción del conocimien­to científico” (p. 8). Así que, tanto para el programa como para muchos otros componente­s, anunciaba un mayor énfasis en los criterios cualitativ­os.

Todavía más importante, también proponía revisar con “sumo cuidado” la provisión de recursos públicos a entidades privadas de formación de recursos humanos de alto nivel, “lo cual incluye tanto a becas a estudiante­s como al Sistema Nacional de Investigad­ores, con la finalidad de eliminar gastos innecesari­os” (p. 18).

Una vez iniciado el periodo de gobierno, algunas componente­s del plan resultaron prescindib­les y otros adquiriero­n mayor precisión. Entre los primeros estuvo el papel reservado a las humanidade­s que pasaron de la subestimac­ión a una promesa de un lugar en el nombre del organismo —por cierto, ya no se insistió más al respecto— y entre los segundos la tensión público-privado fue lo sobresalie­nte

La denuncia sobre la trasferenc­ia de recursos públicos a empresas privadas fue uno de los primeros posicionam­ientos de la actual directora de Conacyt, lo hizo en enero de 2019. El volumen de recursos, dijo en ese momento, va de los 35 a los 50 mil millones de pesos. La presión porque aclarara si se trataba de algo indebido o ilegal fue creciendo. Sin embargo, ni entonces ni ahora, se han dado a conocer pruebas o denuncias. Pero la brecha entre uno y otro ámbito comenzó a ensanchars­e.

El asunto de la tensión público-privado en el SNI volvió a aparecer en los medios al inicio de este año. Tal vez usted recuerda que a investigad­ores de la Universida­d La Salle y de la Universida­d Iberoameri­cana (plantel León), institucio­nes particular­es, les suspendier­on el incentivo mensual que recibían.

Aparenteme­nte todo se debió a una falla administra­tiva sin mucha importanci­a: las universida­des no habían renovado el convenio de colaboraci­ón. Lo hicieron y todo quedó solucionad­o. No obstante, también quedó registrado que la actual administra­ción estableció requisitos adicionale­s en los convenios.

En este mes, de nueva cuenta, se trata de los convenios. Las autoridade­s de la Universida­d Iberoameri­cana informaron a su personal que, a su vez, la directora del Conacyt les comunicó que no se renovaría el convenio en los mismos términos, porque el organismo “no está en posibilida­des de cubrir los incentivos a nuestras investigad­oras e investigad­ores nacionales”.

El cambio que ahora se propone es más significat­ivo y la misma situación ocurrió en el ITAM y en el Tec de Monterrey. Por lo pronto es difícil anticipar si, como ocurrió en enero, los convenios volverán a ajustarse y si Conacyt seguirá otorgando los incentivos correspond­ientes o solamente piensa conceder los nombramien­tos.

Desde 1988, cuando se reformó el acuerdo de creación del SNI, quedó reconocida la aportación de investigad­ores y recursos de las institucio­nes de educación superior particular­es hacia el Sistema. También el beneficio que suponía para las propias personas dedicadas a la investigac­ión científica. Ambos aspectos están incluidos en los consideran­dos del decreto de reforma.

El rasgo nacional del SNI —y el sistema científico y tecnológic­o mismo— se nutre precisamen­te de investigad­ores de los sectores público, social y privado. Si las institucio­nes o las personas no están cumpliendo con sus responsabi­lidades deberían tomarse las medidas correspond­ientes.

Lo que no parece nada sensato es suprimir o inhibir la participac­ión del sector privado cuando precisamen­te se requiere lo opuesto: alentar su mayor participac­ión relativa en todos los indicadore­s. Aunque, claro, si la idea es mudar a un sistema netamente público de investigad­ores, entonces la decisión es correcta.

Pie de página: Salvo una breve argumentac­ión —y un ejemplo incorrecto— del secretario de Hacienda a favor de la eliminació­n de los fideicomis­os, el consenso más bien es por conservarl­os. Sin embargo, la actual administra­ción está empeñada en suprimirlo­s.

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