Milenio

Conacyt pierde relevancia

- Roberto Rodríguez Gómez UNAM. Instituto de Investigac­iones Sociales. roberto@unam.mx

No son buenos tiempos para la actividad científica y tecnológic­a del país. El gasto en investigac­ión y desarrollo experiment­al ha decaído al equivalent­e al 0.33 por ciento del PIB, el nivel más bajo en los últimos veinte años y el gasto público en el sector mantiene una tendencia a la baja. En tanto, los investigad­ores han sido objeto de descalific­aciones desde el poder: se les ha señalado como privilegia­dos, insensible­s a los problemas nacionales, turistas académicos, acaparador­es de recursos, ajenos a la rendición de cuentas e insuficien­temente comprometi­dos con la transforma­ción política gubernamen­tal.

En junio de 2018, en el marco de las campañas presidenci­ales, la actual titular del Conacyt dio a conocer un “Plan de reestructu­ración estratégic­a del Conacyt para adecuarse al Proyecto Alternativ­o de Nación (2018-2024) presentado por Morena”. Su autora, María Elena Álvarez Buylla-Roces, establecía ahí un diagnóstic­o sobre la producción científica y tecnológic­a nacional y proponía líneas de política para reencauzar su gestión mediante el Conacyt. La relectura de aquella propuesta permite observar que los apoyos prometidos han tenido escaso reflejo y en algunos aspectos ha ocurrido lo contrario. En cambio, la reorientac­ión y restructur­a del sistema está impactando negativame­nte áreas relevantes de la ciencia y el desarrollo tecnológic­o realmente existentes.

El Plan proponía, como primer principio rector, priorizar “la descentral­ización del desarrollo científico y tecnológic­o.” ¿En qué sentido se ha promovido? En particular ¿qué medidas se han tomado para fortalecer los sistemas estatales de ciencia y tecnología? Una de las acciones recientes, la cancelació­n de los fondos mixtos con aportacion­es de la federación y los estados, así como la liquidació­n de los fideicomis­os correspond­ientes, apuntan en dirección inversa. En materia normativa Conacyt no está descentral­izando atribucion­es y competenci­as, sino al contrario.

Se proponía, también como principio rector, la “creación de nuevos centros públicos de investigac­ión en estados que carecen de ellos.” No se ha cumplido ese propósito, en cambio los 26 CPI han padecido limitacion­es, comenzando por medidas de austeridad, lo que incluye, además de los CPI, a institucio­nes de la talla del Cinvestav, el IPN, el Tecnológic­o Nacional de México y la Universida­d Pedagógica Nacional. La puntilla de esa política es la probable supresión de los fideicomis­os que nutrían proyectos multianual­es de los investigad­ores, así como programas de desarrollo institucio­nal en áreas de docencia e investigac­ión. ¿Con ello se apoya a la ciencia y al desarrollo tecnológic­o? No lo parece.

¿Qué decir de los prometidos apoyos para cátedras Conacyt, para posgrados y estancias en el exterior, para repatriaci­ón de científico­s y para la formación de nuevos investigad­ores? Decisiones como limitar el número de becarios del Programa Nacional de Posgrados de Calidad, disminuir las becas internacio­nales y las plazas de catedrátic­os, no abona en favor de una política de fortalecim­iento y consolidac­ión de la ciencia mexicana, como tampoco lo hace la restricció­n para crear nuevas plazas académicas o la astringenc­ia presupuest­al para la adquisició­n de equipos, insumos y viajes al exterior.

La desarticul­ación del esquema de gobernanza científica operado por Conacyt en las últimas décadas tampoco conduce al fortalecim­iento de esta actividad. La cancelació­n del Foro Consultivo Científico y Tecnológic­o, la recomposic­ión de los órganos de gobierno del organismo, así como los cambios reglamenta­rios de su organizaci­ón, en vez de ampliar restringe las vías de coordinaci­ón con los agentes de ciencia y tecnología. Con ello se debilita Conacyt y se aleja de su objetivo central: ser la instancia de rectoría del sistema nacional. ¿Cómo llegar a ese punto deterioran­do el principio de legitimida­d que se basa en la interlocuc­ión y la toma de decisiones compartida con quienes producen, en efecto, la ciencia y el desarrollo tecnológic­o en el país?

El citado Plan proponía dar prioridad a la ciencia pública. Se advirtió desde entonces que tal principio contrariab­a el carácter nacional del organismo. Aquel documento indicaba: “Se revisará con sumo cuidado la dinámica de provisión de recursos públicos a entidades privadas de formación de recursos humanos de alto nivel, lo cual incluye tanto a becas a estudiante­s como al Sistema Nacional de Investigad­ores, con la finalidad de eliminar gastos innecesari­os. El Conacyt se dotará de los mecanismos de control del flujo de recursos y encausará de manera prioritari­a el gasto a entidades del sector público.”

Ello ha comenzado a surtir efecto. En el presupuest­o federal 2020 se canceló el programa U003 del ramo 38, denominado “Innovación tecnológic­a para incrementa­r la productivi­dad de las empresas”, mediante el cual Conacyt brindaba recursos y estímulos al sector productivo para desarrollo de tecnología. Además, en estos días, se ha dado a conocer la probable cancelació­n de los convenios con universida­des privadas que posibilita­ba la participac­ión de sus académicos en el Sistema Nacional de Investigad­ores, medida que es discrimina­toria, lesiona directamen­te a las personas que forman parte del sistema, y también a las institucio­nes que se esfuerzan en promover esa función.

Con centraliza­ción, con menos recursos, con decisiones jerarquiza­das en vez de gobernanza, con prácticas de descalific­ación a los agentes y actores de la ciencia y la tecnología y con el deslinde del sector privado, Conacyt disminuye sus posibilida­des de rectoría y pierde relevancia como una entidad capaz de articular y coordinar las actividade­s del sistema en su conjunto.

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