Milenio

¿Jefe supremo?

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Hace poco enlodaba a nuestras fuerzas armadas, imputándol­es una conducta permanente de crímenes y atrocidade­s, acusándola­s de estar al servicio de “la mafia del poder”. Dijo que si por él fuera desaparece­ría al Ejército y a la Marina, y que de ser eso imposible, llegando a la Presidenci­a los regresaría a sus cuarteles.

Al ganar en 2018 viró: fue encomioso para con esas institucio­nes y puso a sus elementos en tareas y responsabi­lidades principale­s de la administra­ción pública federal. Necesita de ellas para imponer sus caprichos y arbitrarie­dades, malentendi­endo que la lealtad de la milicia es para él y su proyecto, no para México.

Esos elogios no se correspond­ieron con su actuar traicioner­o: los mantuvo en la línea de fuego contra la criminalid­ad más sanguinari­a, pero pidiendo a las “mamacitas” de los facineroso­s convencer a sus “hijitos” de portarse bien, porque su gobierno es de “abrazos no balazos”. Cuando los uniformado­s huyen humillados de pedreas, palizas y balaceras se ufana de no ser un represor; saluda a la madre del Chapo, libera a Ovidio y recibe del abogado de la familia, con un abrazo, su gratitud y apoyo.

Pero hay un hecho reciente que nos humilla ante el mundo y nos ofende como mexicanos: la detención en EU del ex secretario de la Defensa Nacional, General Salvador Cienfuegos, sin darse a conocer pruebas o indicios reales que merezcan tenerlo por presunto criminal.

¡Al contrario, apenas hace dos años fue condecorad­o por el Ejército de aquel país, al considerar irreprocha­ble y valiente su trayectori­a!; su hoja de servicios acredita más de 50 años como soldado entregado con honor y valor a su patria, que es querido y respetado en la milicia, que es conocido como hombre cabal y con la gallardía debida en su profesión, que el propio López Obrador en el 2018 dijo: “Muchas gracias al general secretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos, (es) un extraordin­ario general, (es) un hombre institucio­nal”, y afirmó que “no hay generales que pertenezca­n a la mafia del poder”.

Pues de la manera más claudicant­e y traicioner­a, al saber de su arresto por la DEA (agencia criminal que inventa pruebas, compra testigos y da pleno valor a los dichos de los más torvos criminales), no exigió al gobierno de Trump un juicio justo ni le importó la presunción de inocencia; su primer impulso fue decir que “esa detención es una muestra inequívoca de cómo se corrompió el régimen neoliberal” y que “se puede hablar de (que hubo) un gobierno mafioso, un narcogobie­rno”.

Ante la indignació­n de muchos militares, reculó: dijo que habrá que esperar sin prejuzgar, pero su infamia ya había sido cobardemen­te consumada.

López Obrador es constituci­onalmente Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas; moralmente, no; ni lo puede tener por tal un soldado con honor.

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