El abrazo del entrenador
El Corriere dello Sport publicó en su portada una fotografía de Hirving Lozano festejando uno de sus dos goles abrazando a Mertens durante la victoria del Nápoles, 4-1 sobre el Atalanta. El show del Chucky, estelar para la prensa italiana, resume su actuación con la fotografía de otro abrazo en el interior: Gennaro Gattuso con su jugador.
En ocasiones olvidamos que el trabajo de entrenador es paternal. El instinto que demostró el técnico para sacar adelante al futbolista, nos enseña que en el fondo de ese rudo defensor del catenaccio, habita un hombre cariñoso y ocupado en educar a los jóvenes. Durante algún tiempo, Gattuso fue presentado como el villano de una historia en la que un mexicano caía en las garras de un tirano, ultradefensivo, arrogante y soberbio entrenador.
Ante el ataque nacionalista, Gattuso murió, pero de risa, porque tenía razón. Curtido en todo tipo de batallas, el recio lomo del entrenador se impuso demostrando que a Lozano le faltaba trabajar. Al trabajo en el futbol italiano, no se le llama asistir puntualmente a entrenar, sino acatar órdenes sin chistar. La comprensión del futbol que tienen los italianos antiguos como Gattuso, no es la de un juego divertido, sino la de una obligación: es obligatorio correr, luchar, defender, sudar, sufrir, sacrificar y entregarse en todo momento a la tropa.
El Chucky, que llegó a Nápoles precedido de un estupendo aprendizaje en el futbol holandés, se encontró con un entrenador que prefería un combatiente antes que un fino jugador. Meses después, el futbol mexicano debe agradecer la contribución de Gattuso al desarrollo y maduración de un futbolista que encabeza a toda una generación. Este es el tipo de experiencias que forman a los capitanes y, que en Italia, se valoran mucho más que otro tipo de acciones.
Con ese abrazo al final del partido, Gattuso se lo dijo todo: sigue derecho muchacho, vas por buen camino.
El Chucky se encontró con un DT que prefería un combatiente antes que un fino jugador