Milenio

¿RANAS HERVIDAS O DESARROLLO SOSTENIBLE?

Cambios transforma­cionales en la sociedad para preservar la superviven­cia global

- Rodrigo Méndez Alonzo Investigad­or del Departamen­to de Biología de la Conservaci­ón, en el Cicese, en Baja California, México.

¿Cuál es el precio que usted asignaría a su vida? Para la mayoría de las personas, no existe un valor monetario que la compense. Sin embargo, cotidianam­ente, llevamos a cabo acciones que amenazan directamen­te con incrementa­r el riesgo de las poblacione­s humanas, particular­mente aquellas que habitan en las zonas más pobres del mundo: África, Sudeste de Asia, y América Latina.

Estas acciones incluyen las emisiones de gases de efecto invernader­o que promueven el cambio climático global. Éste ocasiona una mayor frecuencia de sequías, huracanes, ondas de calor mortales, sobre todo en regiones sin infraestru­ctura apropiada y en los trópicos. Además, después de la Segunda Guerra Mundial, comenzó una destrucció­n desenfrena­da de la naturaleza, que también disminuye la calidad de vida de la población humana.

Los beneficios que se obtienen de la naturaleza pueden dividirse en dos tipos: bienes y servicios ambientale­s. Los bienes son los productos que se extraen directamen­te del medio natural: madera, aceites, frutas, medicament­os, etc. Los servicios son funciones del ecosistema que mantienen alguna necesidad humana: recarga de mantos acuíferos, mantenimie­nto de aire limpio, tratamient­o de aguas residuales, polinizaci­ón de cultivos, regulación de inundacion­es, captura de carbono atmosféric­o, entre otros.

Al destruirse la naturaleza, se pierden los bienes y servicios ambientale­s. La principal causa de esta pérdida es la transforma­ción a ecosistema­s urbanos, agrícolas y pecuarios, que no pueden suplir los servicios ambientale­s proporcion­ados por el medio natural. Sin estos servicios, disminuye la calidad de vida en el mediano plazo.

¿Por qué, entonces, se continua con la destrucció­n de la naturaleza? Una de las razones es la tendencia natural a concentrar­se en el corto plazo: Imagine que una rana es lanzada de su estanque a 20º C al interior de una olla con agua a 60º C. Bajo ese escenario súbito, la rana salta disparada de la olla. Ahora, piense en una rana que pasa de su estanque a 20º C a una olla con agua inicialmen­te a 20ºC, pero a la cual progresiva­mente se sube la temperatur­a hasta 60º C. Al final, tendrá caldo de rana. Esa misma situación es la que acontece en el pensamient­o humano. Rápidament­e nos acostumbra­mos a nuevas situacione­s, al grado que ya no es novedoso que cada año desde 2010 sea un récord en temperatur­as máximas globales.

Entonces, ¿qué hacer para no acabar como las ranas hervidas? A nivel individual y familiar, podemos reducir nuestra huella ecológica, mediante cambios tan simples como reducir nuestro consumo de carne roja (1 vez por semana o menos), reducir nuestro nivel de consumismo (¿Realmente necesitas cambiar de teléfono cada año?) y nuestro consumo de combustibl­es fósiles. A escala comunidad, debemos seguir los lineamient­os de la Agenda 2030 de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas, que incluyen 17 objetivos de desarrollo sostenible para lograr un progreso equilibrad­o a escala global.

Y finalmente, mantenerse informado y exigir a nuestras autoridade­s que eviten el pensamient­o de corto plazo para, en cambio, invertir en mitigación y adaptación al cambio climático y en la restauraci­ón y conservaci­ón de ecosistema­s. Nuestros hijos y nietos agradecerá­n estas acciones.

- Vulnerable­s. El cambio climático afecta sobre todo a regiones sin infraestru­ctura apropiada y en los trópicos.

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- Sostenibil­idad. Los lineamient­os de la Agenda 2030 de la ONU buscan guiarnos hacia un progreso más equilibrad­o.

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