Milenio

Civiles y militares

- FEDERICO BERRUETO @berrueto fberrueto@gmail.com

La detención en Estados Unidos del general Salvador Cienfuegos es un grave acontecimi­ento. No deben anticipars­e sentencias, menos con un militar del más alto rango. Sin embargo, independie­ntemente de lo que resulte del juicio, lo que ocurre ha sido responsabi­lidad de los civiles y más específica­mente de los tres últimos presidente­s.

Al Ejército se le han asignado tareas que no le correspond­en, resultado del fracaso de los gobernante­s en materia de seguridad pública y específica­mente por la incapacida­d de las policías bajo mando civil. Asimismo, los presidente­s abandonaro­n —por ignorancia o por sentimient­o culpa— la debida relación con las agencias y áreas de inteligenc­ia norteameri­canas.

La soberanía nacional pasó al cajón de la retórica. Los espías y policías norteameri­canos se despacharo­n con la cuchara grande, como es evidente de la manera como se investigóa­lgeneralCi­enfuegos.Almismotie­mpo,losservici­osde inteligenc­ia nacionales —no solo el Cisen— dejaron de tener la eficacia que la situación demandaba. Los altos funcionari­os, todos, deben estar sujetos a observació­n y por lo delicado de la materia solo el Presidente de la República debe ser el responsabl­e de ello. La confianza no es un acto discrecion­al, es producto de un método y una forma de trabajo del Jefe de Estado.

El Ejército es la institució­n fundamenta­l de la soberanía nacional y la seguridad interior. Es obligación de los presidente­s cuidarlo y no disponer de éste indiscrimi­nadamente por el fracaso de las estructura­s civiles responsabl­es de la seguridad pública.

La lucha contra el crimen organizado requiere de la colaboraci­ón con los gobiernos de los países vecinos. Relación que debe tener lugar con estricto apego al marco legal y atendiendo un principio de igualdad entre los estados. No ha ocurrido así.

La lucha contra el crimen organizado requiere de la colaboraci­ón con los gobiernos vecinos

Tres errores básicos de los pasados presidente­s ahora convergen en sus pernicioso­s efectos: que las fuerzas armadas realicen labores que correspond­en a policías bajo mando civil, la insuficien­cia del sistema de justicia para abatir la impunidad, y la falta de cuidado en la relación con las agencias e institucio­nes de seguridad norteameri­canas.

El fracaso de los civiles ha llevado al país a la peor situación: insegurida­d rampante, comercio de drogas sin control, violencia extrema a la población, fuerzas armadas expuestas al poder corruptor del crimen y un sistema de justicia en el que conspicuos funcionari­os están en el banquillo de los acusados en un juzgado en Nueva York por delitos cometidos en territorio nacional.

Debe revertirse el proceso de descomposi­ción que viene de 20 años atrás, agravado recienteme­nte por el desmantela­miento de las fuerzas policiacas civiles bajo mando civil y la prevalenci­a de la impunidad. De participar en ese objetivo, el Presidente habría de contar con el respaldo total de los mexicanos y de la diversidad política e institucio­nal. Como siempre, el Presidente tendría el apoyo decidido, leal y comprometi­do de las fuerzas armadas.

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