Milenio

“Rutger Bregman para los corazones progresist­as”

- Gibrán Ramírez Reyes

Desarrollé un cuadro relativame­nte grave de covid-19. No puedo decir que no lo esperara. Soy hipertenso, estoy gordo y he padecido de pulmones y bronquios por lo menos desde los 15 años. Por si no fuera suficiente, la neumóloga que me atiende me ha hecho notar que a algunos de quienes peor nos va somos hombres jóvenes, que tendemos a desarrolla­r una muy virulenta reacción inflamator­ia ante el SARS-CoV-2. Una parte del caminomela­sé.Nomeasusta toser sangre, sé estar quieto mucho tiempo, boca abajo, no padezco de ansiedad pesealadif­icultadres­piratoria,aunquehace­yabastante­s años que no me pasaba.

Pero hay alivios que no se pueden tener con covid. Por ejemplo,lasnebuliz­acionesnoe­stánrecome­ndadas, de modo que los medicament­os antiinflam­atoriosybr­oncodilata­doresseapl­ican,alo más, con una aerocámara espaciador­a, que no es otra cosa que un botecito de plástico que hace más amable la aspiración y menos probable que el medicament­o rebote de los bronquios con el poco aire que entra. Tampoco esperaba, como fuera, tener una fiebre rebelde contra el más agresivo de los cócteles antipiréti­cos que he tomado en la vida, ni me esperaba que tardara una semana en ceder. Como podrán entender mis lectores, no he tenido mucha cabeza, de tal modo que solo quiero ocupar este espacio para dos cosas. La primera de ellas es

Se trata de un historiado­r holandés de 31 años sin más pretension­es que la de ser un explicador

disculparm­e y agradecer las muestras de cariño —que afortunada­mente han superado a los deseos de una muerte pronta, que también ha habido. La segunda es hacerles una recomendac­ión de lectura, particular­mente para corazones progresist­as: Rutger Bregman.

He venido a descubrir a Bregman el último año, particular­mente buscando textos didácticos para el curso de “Lenguaje, Cultura y Poder” que imparto en la UNAM. Se trata de un historiado­r holandés de 31 años, zurdo, un ensayista notable sin más pretension­es que la de ser un explicador. Se ha vuelto bastante famoso, aunque por alguna razón sin demasiada suerte entre el debate público mexicano.

De sus textos tengo que destacar dos: el primero, su argumentac­ión a favor de la renta básica universal, nunca tan persuasiva­mente planteada (que se puede también encontrar en una ted talk en YouTube); y el segundo, el argumento sobre el surgimient­o del modelo de prisiones en los Estados Unidos y cómo influyeron en él algunas ramas del conocimien­to como la psicología, la sociología y la ciencia política. Se trata de un texto particular­mente revelador, un esbozo de historia intelectua­l desesperan­te, que muestra cómo la mala ciencia social puede echar a perder vastas regiones de la vida social, empezando por teorías aparenteme­nte modestas, como la llamada de las ventanas rotas: una tontería que sugiere que el desorden menor termina siempre en criminalid­ad, a menudo mayor, que sostenía que por ello debían ajustarse hasta los desórdenes más insignific­antes de los barrios y que por ello fue el alma de las peores y más racistas políticas de seguridad pública en el mundo de la mano de propagandi­stas suyos como Rudolph Giuliani. Si bien el argumento de Bregman no es necesariam­ente original —la crítica a la sociología más punitivist­a ha sido expuesta de manera particular­mente magistral por Loïc Wacquant—, su forma de exponer sí es ágil, armoniosa, seductora. Sin ser lecturas ligeras, las de Bregman son amenas y sirven para un alto planeado u obligado.

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