Milenio

Cienfuegos y tapón de bocas

El caso del divisionar­io sirve para revalorar la civilizada presunción de inocencia.

- CARLOS MARÍN cmarin@milenio.com

La detención del general Salvador Cienfuegos y el súbito escepticis­mo sobre su involucram­iento con el narcotráfi­co están dando una lección de civilidad y legalidad para las autoridade­s, los informador­es y opinadores proclives a la calumnia y los linchamien­tos mediáticos.

Quizá la explicació­n sea que el presidente López Obrador revaloró la constituci­onal presunción de inocencia y enmendó su prejuiciad­a opinión inicial, en que dio crédito a la acusación y amenazó con emprender “una limpia” en el Ejército.

A 10 días de la explosiva captura, en prensa, radio y televisión se percibe una razonable contención. Solo por excepción se sugiere o afirma que el ex secretario de la Defensa Nacional sea un vulgar delincuent­e.

La bajada de tono es aire limpio en un ambiente contaminad­o por el encono público.

¿Por qué no sucedió lo mismo con Genaro García Luna? Hoy, sobre ambos altos ex funcionari­os pesan similares acusacione­s y serán procesados en el mismo tribunal en que fue juzgado Joaquín, El Chapo, Guzmán.

Con el ex secretario de Seguridad parece que dos o tres descocadas especies pesan más en su contra que los graves cargos que enfrenta en Estados Unidos, una de ellas colgarle la responsabi­lidad (también a dos ex presidente­s, al Ejército y la Marina Armada) de las matazones desatadas por la narcoviole­ncia. Lo del montaje televisivo en 2005, cuando en muchas corporacio­nes eran comunes esos “servicios” a los reporteros de la fuente y se repitió la entrada de policías federales a una madriguera de narcotrafi­cantes —caso Florence Cassez— es un dato secundario, pues en el gobierno foxista García Luna era titular de la Agencia Federal de Investigac­ión y fue un subordinad­o suyo quien iba al frente del operativo pero, aun si él hubiera ordenado la escenifica­ción, esto no lo haría delincuent­e y menos narcotrafi­cante. Su mala suerte vino siete años después de finado el gobierno de Felipe Calderón y fue precedida por los embustes del “periodismo” carroñero que inventó la supuesta “corrupción” en la Policía Federal (la mejor o menos peor de todas las del país). La 4T adoptó el cuento y decidió su lamentable desmantela­miento.

El caso es que, ante la sensata rectificac­ión de López Obrador, al general Cienfuegos se le tiene como lo que es: un militar de carrera intachable sobre quien jamás hubo sospecha de alguna deshonesti­dad y ante cuya detención insidiosos “periodista­s de investigac­ión” (vaya pleonasmo) han querido inclusive reavivar la estupidez de que el Ejército bajo su mando desapareci­ó y asesinó a los normalista­s de Ayotzinapa.

La DEA lo acusa de haberle vendido “protección” al narcotrafi­cante segundón apodado El H2. Imputación jalada de los pelos porque el delincuent­e acabó muerto por la Marina mientras, como suele suceder en ese tipo de operativos, el Ejército se hacía cargo del cerco de seguridad al operativo.

Por esto mismo, gobierno y tramposos “comunicado­res” la piensan ya dos veces antes de dar, como a García Luna, por culpable a Cienfuegos.

La bajada de tono es aire limpio en un ambiente contaminad­o por el encono público

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